Los dos relieves que rodean Roche son cabezos de escasa altura, se trata del Cabezo de Roche y el Cabezo Otahonero, este último de gran riqueza en cuanto a yacimientos arqueológicos.
Estos cerros se asemejan a antiguos conos volcánicos erosionados en los que se observan grandes formaciones masivas.
Morfológicamente estos relieves derivan, por tanto, de formaciones volcánicas, sus rocas son parte de afloramientos volcánicos. Así, el Cabezo Otahonero está formado por andesitas y doleritas piroxénicas, mientras que el Cabezo Roche, además de estas rocas, posee también formaciones rocosas de intensa alteración hidrotermal.
La flora que se puede admirar, aparte de los cultivos propios de la zona, está muy ligada al bosque mediterráneo, con algunas particularidades que detallaremos, y se puede encontrar en las faldas y pies de los relieves. Abundan las plantas xerofíticas que tienen gran resistencia a las condiciones climatológicas de la zona ya que al sur los relieves de Calblanque actúan como barrera para la llegada de vientos húmedos.
Espartales, tomillares, palas y algunos ejemplos de coníferas forman parte de los especimenes más abundantes y que se suelen ver sobre un terreno de color rojizo, color que deriva del abundante óxido de hierro que se concita en estas latitudes.
Pero debemos de destacar una de las especies autóctonas y protegidas de la zona y que un vivero en Roche cultiva, se trata del Tetraclinis Articulata, conocido popularmente como Sabina Mora, de la familia de las cupresáceas y cuyos ejemplares en Cartagena y La Unión son únicos en toda Europa.
La Sabina Mora, o Arar, es muy antigua, ya durante el secundario, la época de los grandes reptiles, había especies antepasadas de esta Tetraclinis por toda Europa, pero durante los fríos del Cuaternario fueron desapareciendo, quedando ejemplares en las solanas abrigadas de Cartagena y La Unión. Su madera es apreciaba en trabajos de ebanistería y su resina es la sandáraca, utilizada a lo largo de los siglos como barniz.
En la zona también se pueden observar otras especies muy características del paisaje unionense y de su sierra minera, plantas muy bien adaptadas a unos suelos muy ricos en minerales, como el limonium carthaginense o la sideritis marmironensis, así como helechos y musgos como el annograma leptophylla, o el pteridium aquilinum.