(1733-1781)
La labor misionera en Asia tuvo un especial auge en el siglo XVIII, tras el camino abierto por los misioneros de la orden de San Ignacio de Loyola, destinados sobre todo a China, muchas otras fueron las ordenes religiosas que dedicaron una labor misionera a los distintos reinos del actual sureste asiático, que se extendían en las actuales Lagos, Camboya, Vietnam, Brunei o Tailandia.
En el Catálogo Biográfico de la Orden Franciscana en la provincia de Manila, escrito en 1880 por Eusebio Gómez Platero, consta que dentro de los 42 misioneros que salieron para Filipinas en 1759, había misioneros yeclanos y jumillanos.
Fray Diego de San Benito de Palermo, fue uno de los franciscanos misioneros que llegó a Manila en aquel año. Había nacido en Jumilla un 6 de septiembre de 1733. Profesó en la provincia de La Concepción el 16 de julio de 1750.
El mismo año de su llegada a Manila, 1759, fue destinado a las misiones franciscanas de la Conchinchina, actual Vietnam. De su estancia en este remoto lugar parece ser que escribió un relato "La historia de su viaje a Conchinchina, con la descripción de las islas de Puli Condor, Puli Zapata y la ciudad de Batavia".
Aunque los datos proporcionados por los biógrafos de fray Diego no logran ser exactos parece que el misionero utilizó en sus años de misión sus conocimientos en medicina, de tal forma que el Rey, seguramente uno de los monarcas de la dinastía Le, de la familia de los Nguyen, lo nombró primer médico de la corte.
El contacto entre la familia real y el fraile era diario y la confianza del rey hacia el franciscano hizo que le confiara la educación de sus hijos, nombrándole maestro Camp Say.
En 1774, (¿o 1771?) se declaró una rebelión en el país, hasta el punto de que el monarca (que en aquellos años debía ser Le Qui Don), tuvo que buscar refugio en la morada del fraile franciscano, que lo escondió hasta que toda la familia real y él mismo pudieron huir a la isla de Hou Ph Quoc y fue allí donde el Emperador le encomendó a Fray Diego la tarea de reconquistar el Imperio.
El rey nombró a fray Diego Primer Mandarín del Reino, lo que en el Vietnam del XVIII significaba un cargo militar, el diploma se conserva en el archivo de la orden franciscana de Manila. El misionero organizó al partido monárquico y consiguió entrar en la capital del estado en 1778, devolviendo al monarca la plaza.
Con todo, no está muy clara la participación del fraile en la historia de Vietnam en estos años, donde dos familias se repartían un territorio dividido y amenazado tanto por potencias extranjeras como por China, además de estar asolado por revueltas internas constantes.
Lo que si se conoce con precisión es que tras estos episodios fray Diego prosiguió con su misión pastoral, siendo nombrado Comisario Principal de las misiones franciscanas.
Después de convertirse en un héroe de guerra, el fraile jumillano volvió a sus hábitos de pobreza y humildad.
Falleció un 5 de noviembre de 1781 a la edad de 48 años y fue enterrado en la iglesia de Cho Quan, en la ciudad actual de Ho Chi Minh y antigua Saigón. Al entierro asistió la familia real.
Las crónicas recuerdan que su cadáver fue expuesto durante seis días «sin que exhalara mal olor».