Datos documentales de su origen
El origen de Torreagüera se remonta a los siglos de la Edad Moderna del municipio de Murcia, a los siglos posteriores a la reconquista del territorio murciano por parte de Alfonso X, reconquista que supondría un cambio paulatino de la demografía de las pequeñas alquerías de huerta que circundaban a la capital de Murcia, ciudad fundada en el año 825.
El topónimo del lugar, conocido ya en documentos del siglo XV, tiene un origen supuesto, ya que era común que las nuevas poblaciones donadas tras la reconquista pasaran a llevar el nombre de sus nuevos propietarios, así, Torreagüera figura en muchos documentos como "Torre de Agüera", o "Torre de Agüero".
No hay más datos sobre la posible familia Agüera, ni de ninguna torre o fortaleza, pero a través del nombre del monte a cuyos pies se extiende la población, el Miravete, se afianza la posibilidad de que una familia llegada desde Castilla o Aragón se estableciera en las huertas de la villa, ya que Miravete es el nombre de una sierra de la aragonesa Teruel.
Situación a finales del siglo XVIII
En 1785 Torreagüera figura como un lugar de realengo con alcalde pedáneo pero dependiente de Beniaján en cuestiones sacramentales, ya que aún no poseía parroquia propia. Las primeras inscripciones en libros sacramentales propios comienzan en 1789. En 1795 se agregaría a la parroquia de Torreagüera la de Cañadas de San Pedro.
Siglos XIX y XX
Ya en el siglo XIX se divide Torreagüera en tres ámbitos poblados, la aldea en sí, con 190 vecinos, el Rincón del Gallego, con 26, y el Brazal del Jueves con 40. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) la localidad formaría parte del partido de Murcia, y en 1834, jurídicamente, participaría de la diputación de Zeneta.
El diccionario geográfico de Pascual de Madoz nos ofrece algunos datos sobre la realidad de la localidad a mediados del siglo XIX, describiéndola como una población de unos mil seiscientos habitantes, que se extendía sobre calles irregulares y que dedicaba sus tierras al cultivo de trigo, hortalizas, maíz, y moreras para alimentar a los gusanos de seda. También nos informa Madoz de que tenía, como anejo, el caserío de Los Ramos.