La Historia de La Majada no comienza antes de mediados del siglo XIX. Su nombre deriva de las zonas de descanso o majadas, que buscaban los pastores para el ganado. En las relaciones toponímicas aparece esta villa identificada como balsa, cabezo, fuente o rambla, pero no hay constancia de ella, por ejemplo, en el catastro del XVIII del marqués de la Ensenada, aunque su ermita fue construida por expreso deseo del Cardenal Belluga en torno a 1735.
Resulta más que probable la presencia islámica en los parajes de La Majada. Los restos aún conservados del Castillo de Calentín así lo atestiguan. Durante el período histórico medieval y, más concretamente durante la dominación árabe, los distintos caseríos o alquerías que poblaban los campos lorquinos y mazarroneros crecerían al amparo de pequeñas fortalezas y cercanos a manantiales naturales de agua.
Tras un período histórico de cierta inestabilidad y despoblación, tras la reconquista del territorio musulmán por parte de las monarquías cristianas, tenemos constancia del interés económico por las explotaciones mineras de Mazarrón, que abarcarían los siglos de la Edad Moderna, XVI, XVII y XVIII, siendo el siglo XIX en el que se desarrollaría de manera intensa la extracción de los recursos mineros, lo que contribuiría a elevar la población de las aldeas.
La Majada mantuvo importantes cultivos de cereal, trigo y cebada, prueba de ello son tanto las rentas que su ermita percibía a costa de estos cultivos a lo largo del siglo XVIII como los molinos harineros del siglo XIX, cuyos restos aún hoy día pueden observarse. Pero la agricultura tuvo en los años 80' del pasado siglo su desarrollo más efectivo con la especialización en técnicas de riego por goteo e invernadero, hecho que ha contribuido a hacer de la villa una de las pedanías más destacadas del Campo de Mazarrón.