Se desconoce el origen de este topónimo. Se aporta el posible significado de ámbar, de la voz latina sucinus, aunque no falta una explicación más doméstica, entendiendo que después de describir, hace siglos, la primera casa de la población se indicó que ésta estaba bajo una encina, sub-encina, y una mala traslación del texto hubiera dado como origen la palabra Sucina.
A lo largo del territorio de esta pedanía se han documentado restos arqueológicos en prospecciones y excavaciones diversas. Estos restos abarcan desde el Neolítico, que sería el más antiguo de los hallados hasta la era romana. Cerámicas y hábitats de la Edad del Bronce, halladas en zonas de relieve como la Ceña, que incluyen zonas fortificadas, propias de la cultura argárica, que comienzan a delinear poblados.
Los restos ibéricos se entremezclan con los romanos del siglo II, entre los que se incluyen una antigua calzada romana y restos de villas, casas solariegas romanas en las que se incluían graneros, pequeñas granjas o incluso pequeñas factorías de vino y de aceite. El nombre de Sucina ya aparece en documentos del siglo XV, un caserío que se conoce como Sucina, y en 1468 en una escritura de tierras aparece un lugar llamado Pozo de Sucina.
El Trienio Liberal, que comenzó en 1820, dispuso para esta pedanía un Ayuntamiento propio a través del que se regirían otras villas cercanas. Aunque esta circunstancia institucional duraría muy pocos años. Perteneciente al siglo XX destaca la antigua estación de tren de Riquelme-Sucina, edificio que aún conserva su arquitectura, que tiene un excelente estado de conservación. Destaca su bonita fachada pintada a la almagra y su reloj de estilo decimonónico. Junto a este singular edificio se encuentra un elemento, si cabe de mucha más antigüedad, un eucalipto casi milenario que proporcionaba sombra a los viajeros.