Lo mismo que en meteorología se trabaja con masas de aire, en oceanografía se trabaja con masas o tipos de agua de diferente procedencia y en constante movimiento por los distintos tipos de corrientes. Estas masas están caracterizadas por los valores que toman algunos parámetros físicos como temperatura, salinidad, densidad, turbidez, sustancias disueltas, etc. Valores que son diferentes para cada una de ellas, por depender de las condiciones climatológicas reinantes en el lugar geográfico donde se formó cada tipo de agua.
Entre los parámetros físicos comentados destaca la densidad, por la importancia que tiene en la dinámica general de los océanos. Cuando dos masas de agua de diferente densidad se encuentran, la menos densa tiende, como consecuencia de la gravedad, a situarse encima de la más densa, originándose con ello importantes corrientes, siendo de este tipo las corrientes que mueven y regeneran las aguas oceánicas profundas (figura 1).
La densidad del agua marina varía principalmente con la salinidad y con la temperatura, haciéndolo en menor medida con la presión. Aumenta significativamente con el incremento de salinidad y el descenso de temperatura, mientras que los incrementos de presión tendrán que ser muy importantes (grandes profundidades) para que el agua de mar se haga ligeramente más densa.
Figura 1. Corte transversal de un océano, donde se aprecian las principales masas de agua y las corrientes que se forman por gravedad, al tender las masas menos densas a situarse sobre las de mayor densidad. Se aprecian los efectos de mezcla en las zonas de contacto
Cristina Eisman
Cómo afecta a los organismos marinos
Aunque las diferencias de densidad entre distintas masas de agua pueden afectar a ciertos organismos marinos, son las características generales de densidad y viscosidad las verdaderamente importantes.
Las aguas marinas son unas 800 veces más densas que el aire, mientras que su viscosidad (fuerza que se opone al movimiento de un cuerpo en su seno) es 100 veces superior que la de la atmósfera. Diferencias que son, en gran medida, la causa de que las morfologías externas de los organismos terrestres y marinos sean tan distintas.
La mayor densidad y viscosidad del agua de mar origina una importante flotación, lo que ha permitido a vegetales y animales marinos reducir o incluso eliminar las estructuras esqueléticas de sostén (figura 2), obteniéndose formas de una delicadeza, flexibilidad o tamaño totalmente inviables en el medio aéreo. También ha permitido desarrollar respuestas adaptativas relativamente simples para mantenerse a una profundidad concreta y no hundirse.
Generalizando, se puede decir que dichas respuestas explotan algunas de estas soluciones: aumentar la superficie del cuerpo mediante cualquier tipo de expansiones (espinas, prominencias, aletas, etc.), con lo que se aumenta la resistencia al hundimiento; acumular un líquido menos denso que el agua (generalmente aceites) en una cantidad que irá en función del tamaño del organismo (figura 3); desarrollar flotadores llenos de gas (figura 4), que en los casos más sofisticados el animal puede hinchar o deshinchar a voluntad; o, por último, permanecer en constante movimiento.
Por otro lado, la mayor resistencia al movimiento ha condicionado y condiciona la evolución de los animales nadadores, primando toda adaptación (forma hidrodinámica, superficies corporales resbaladizas, dispositivos para reducir las turbulencias periféricas, etc.) que conlleve un mejor aprovechamiento de la energía empleada en la locomoción (figura 5), ya sea en ahorro, ya sea obteniendo una mayor velocidad de desplazamiento con el mismo gasto energético. Adaptaciones que pueden reportarle al animal otras ventajas indirectas, ya que cuanto más fácil sea su desplazamiento, menos turbulencias y estelas deja tras de sí, siendo por ello menos localizable para sus depredadores.
La mayor resistencia al hundimiento consecuencia de su mayor densidad y viscosidad, hace que en el agua de mar, además de la fracción viva flotante (plancton) ya comentada, exista otra fracción de partículas orgánicas procedentes de los desechos que producen los organismos marinos o de la descomposición de sus cuerpos una vez muertos. Esta concentración de partículas orgánicas flotantes en movimiento (figura 6) es una gran fuente de alimento para un muy importante número de especies marinas, los filtradores y las bacterias.
Juan Carlos Calvín