Un mar crónicamente pobre pero muy diverso
Uno de los atractivos del Mediterráneo, sus cristalinas aguas (figura 1), es consecuencia de ser un mar pobre en nutrientes. Si se compara la fertilidad de este mar con la de los ecosistemas terrestres se comprueba que es equiparable a la de las zonas áridas semidesérticas.
Su pobreza crónica se debe principalmente a que las aguas atlánticas entrantes son superficiales y por lo tanto pobres en nutrientes, mientras que las aguas mediterráneas que salen son profundas y enriquecidas en nutrientes debido a la acción bacteriana.
Esta característica, que es un inconveniente a la hora de obtener productos del mar por la pesca (figura 2), ya que nunca serán tan abundantes como en otros mares, ha sido y es un dispositivo de seguridad, que limpia continuamente al Mediterráneo de cualquier acumulación excesiva de contaminantes.
Paradójicamente su historia geológica, en cambio, ha condicionado que en la actualidad sus especies sean una mezcla de especies de aguas frías, templadas y hasta tropicales, presentando con ello una diversidad biológica muy destacable (figura 3) y que representa entre el 10 y el 18% de la diversidad marina a nivel de todo el planeta.
Juan Carlos Calvín