Macrobiótica de frutas tradicionales
El hombre en la tierra ha habitado en muy diversos territorios que van desde los polos hasta los trópicos y, en todos ellos, su capacidad de adaptación al medio ha posibilitado su supervivencia. Sirva para ilustrar esto, y refiriéndonos a los alimentos, la singular y extraordinaria adaptación de los esquimales a una dieta estricta de carnes procedentes de animales y pescados, sin verduras, cereales, legumbres o frutas (por cierto una dieta extrema yang para un ambiente extremo yin). O la adaptación metabólica de los pueblos de piel clara que habitan los territorios más septentrionales del Planeta al consumo de leche (alimento rico en calcio pero también en lactosa) y que no se dio en los pueblos de regiones más tropicales donde abundaba el sol y podían sintetizar fácilmente vitamina D que facilita la fijación del dicho mineral.
Esta adaptación durante miles de años de los hombres a los alimentos de su entorno es la razón por la que los alimentos de temporada se consideran los que más adecuados a sus necesidades. No obstante, para aquellos millones de personas que por diversas circunstancias se desplazan a vivir en territorios a veces muy alejados de los suyos de origen, o de los de sus antepasados, la pauta a seguir sería que procuren consumir alimentos acordes con su idiosincrasia alimentaria y, a ser posible, consuman alimentos producidos en territorios situados en la misma latitud a los suyos de origen.
Por otra parte, si observamos el calendario de producción y recogida de alimentos en cada entorno, podremos concluir que la naturaleza, una vez más, demuestra su sabiduría. Así, en el Sur, Sureste y Levante Español, la mayoría de las frutas, que como sabemos son yin y por tanto dispersantes y refrescantes, se recolectan a finales de primavera, en verano y principios de otoño, cuando el calor es más intenso -con una notable excepción que luego comentaré: la naranja-. Sin embargo, existe una cierta graduación de intensidad yin en función de que la variedad cultivada sea tardía o temprana, de que la recolectemos más o menos madura, de que se cultive en el campo o en la huerta, etc. Así, por ejemplo, los albaricoques mayeros son menos yin que los tardíos que se recogen en julio o incluso agosto. Las naranjas más verdes, más ácidas y con menos azúcares, son más yin que las más maduras, las variedades de invierno son más yang que las de primavera, etc.
Para el conjunto de nuestras frutas, en función de su temporada tradicional de recolección, propongo la siguiente clasificación:
Respecto de la naranja, y a la luz de la teoría sucintamente expuesta, surgen las siguientes paradojas:
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¿Por qué se da principalmente en los meses de invierno cuando hace frío? ¿Acaso no es yin?
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¿Por qué lentifica su maduración cuando se retrasa la llegada de los fríos invernales en vez de madurar con el calor como hacen las frutas en general?
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¿Por qué es la única fruta autóctona, natural o naturalizada en los meses de noviembre, diciembre, enero y febrero en el Levante Español? ¿Acaso se ha vuelto loca la naturaleza?
Evidentemente que las naranjas participan de lo yin, como el resto de frutas, por recolectarse principalmente cuando hace frío, contener gran cantidad de agua y contener vitamina C, entre otras características. Pero yo digo que, la naranja, es la menos yin de todas nuestras frutas, sobre todo cuando está bien madura y presenta mayor contenido en hidratos de carbono, sabor más dulce y resulta menos agria; que refrescan y dispersan cuando estamos saciados, pero llenan y constituyen un tentenpié magnífico entrecomidas; que la naturaleza nos la ofrece en invierno para compensar los alimentos yang mayoritarios en nuestras dietas tradicionales en esas fechas; y que nos proveen de la necesaria vitamina C cuando más escasean otros alimentos que también la contienen.
Por todo ello quiero desde aquí reivindicar el consumo de las naranjas como alimento importante en nuestras dietas tradicionales de invierno.