Poesía de José Musso Valiente
En mí probó su saña rigurosa,
Y del que me acogió cuando naciera
Un tiempo arrebatándome a otro suelo,
Lanzándome airado al cielo.
Triste en vano clamé, y amargo lloro
Las mejillas bañando descendía,
Que inexorable el ceño no dejaba,
Ni mi ruego escuchaba.
¿Será que siempre aquí desamparado,
la penal corazón esté paciendo?
¿Ni habrá de mi dolor algún testigo
que me consuele amigo?
Así exclamé rendido al sufrimiento,
Y súbito mostrome el rojo oriente
Risueño Genio; y ledo me decía:
-Allí está tu María.
La que para tu dicha el alto cielo
Se complació en formar cual pura estrella.
Allí se estrecharán sus dulces brazos
En amorosos lazos.
Y traspasando rápido la esfera,
A ti luego benigno me conduce,
Que ya aplacado me concede el cielo
Gozar del bien que anhelo.
No así alegran el prado bellas flores
Cuanto deleitas hora al pecho mío,
¡oh tú más que jazmín y más que rosa
a mis ojos hermosa!
¡Cuál arde al verte el corazón ansioso!
Tu voz dulce halaga mis oídos,
Y más vivo placer el alma inspira
Que de Apolo la lira.
En ti su majestad si el paso mueves,
Y su bondad si dulce te sonríes,
Y su preciada joya, la hermosura
En ti copió Natura.
Y en ti puso bien: que favorable
En mi aurora mirándome la suerte
Quiso que sólo fuese mi destino
Amarte fiel contino.
En tu seno, si grata me recibes,
Piadoso Amor me inspirará el olvido,
Infundiéndome plácido contento
Del pasado tormento.