El embellecimiento urbano de la Lorca del Renacimiento
La desaparición del peligro fronterizo, con la caída del último bastión musulmán, potencia la transformación fisonómica de Lorca y su desarrollo comercial, agrícola y ganadero. Las numerosas obras públicas que se emprendieron en esta Lorca próspera y pacificada atrajeron hasta su término un flujo migratorio de obreros y canteros, con el consiguiente incremento demográfico. La construcción de la Colegiata de San Patricio en 1553, conmemorando la victoria de Los Alporchones, constituye una de las obras más emblemáticas de este período, convirtiéndose en el centro religioso de la ciudad, en torno al que también gravitaron conventos como los de la Merced, Santo Domingo y San Francisco.
En esta nueva sociedad un grupo de familias de linaje se fue haciendo con todos los cargos políticos a través de la compra de oficios al rey y apoyándose en la posición privilegiada que le conferían las estoicas acciones de sus antepasados. Con esta nueva nobleza, escudos de armas se esparcen por las fachadas de la ciudad como elementos visuales de ostentación de ese pasado glorioso y de esa posición de poder.
Durante la Edad Moderna, la reestructuración urbana tuvo en la zona central de la ciudad su cambio más notable. Abandonada ya la fortaleza, el desalojo de las parroquias altas fue paulatino, en beneficio de las parroquias en expansión, como San Mateo, Santiago o San Cristóbal. Las obras efectuadas durante el siglo XVI representaban la recuperación del papel de Lorca como capital de referencia para una serie de poblaciones granadinas y como centro neurálgico en la defensa costera, así como durante la sublevación de las Alpujarras.
Al margen de las obras de embellecimiento urbano, que proliferaban por la ciudad de Lorca, el siglo XVI también destaca por marcar la culminación del poderío de los Fajardo, debido al progresivo cercenamiento de los privilegios de los señores por parte del poder real y la demanda de las ciudades de sus derechos. En esta centuria Lorca participó en el conflicto de las Comunidades castellanas contra la autoridad de Carlos I de España y V de Alemania, conservando su carácter guerrero, como lo había hecho en los siglos anteriores. Más tarde entraría en la Batalla de Ugíjar, cuando los moriscos de las Alpujarras granadinas se sublevaron contra Felipe II en 1568. En el siglo XVI Lorca también tuvo de hacer frente a ciclos de sequías y epidemias, que mermaron su población. No obstante, hubo periodos alternados de prosperidad económica, cuya base continuaba en la ganadería. El gobierno de la ciudad estaba en manos de regidores y del alcalde mayor, que representaba al rey y a la justicia. El viejo Fuero, otorgado por Alfonso X, se había extinguido con Carlos I.
El ocaso del esplendor lorquino. La crisis del siglo XVII
El siglo XVII lorquino se encuentra estigmatizado por las catástrofes económicas y demográficas derivadas de sequías, terremotos, inundaciones y epidemias. El final de la guerra y, por tanto, de la Reconquista castellana coincide en Lorca con una de las peores etapas de su Historia, que abrió el camino de la emigración a Granada. La expulsión de los moriscos en 1609 cerró el último ciclo de la presencia islámica en la ciudad y desencadenó el inicio de la caída demográfica. La lana y la seda cayeron en picado y por la sociedad se extendió el fervor religioso y el culto mariano. La rotura del pantano de Puentes en 1648 vino a sumarse a las múltiples catástrofes que golpearon a la ciudad.
La Guerra de Sucesión y el reformismo en Lorca
El siglo XVIII se inicia en España con un conflicto dinástico internacional entre austríacos y borbones. Murcia tomó partido por la causa borbónica. Lorca no participó activamente en el conflicto, pero colaboró en el mantenimiento del ejército borbónico, contribuyendo a pertrecharlo y a alimentarlo entre todos los vecinos, mediante la denominada contribución a utensilios. En las operaciones militares dirigidas por el obispo Belluga, los lorquinos participaron en el asedio al castillo de Alicante, núcleo de resistencia austríaca.
La entronización en España de la Casa de Borbón puso en marcha el Reformismo, que pretendía el mantenimiento del poder absoluto del Rey. Se inició un programa de reformas, que chocará frontalmente con los intereses de las oligarquías locales, al ser dueños de la tierra y del agua. Lorca y su comarca se convirtieron en el laboratorio reformista de finales del siglo XVIII, dirigido por el conde de Floridablanca, quien puso al frente de la estrategia a su cuñado, el lorquino Antonio Robles Vives.
Lorca fue una de las comarcas españolas más favorecidas por el reformismo borbónico, que tuvo una incidencia notable en las obras hidráulicas para la mejora de los regadíos. Se construyeron los pantanos de Puentes y Valdeinfierno y otras obras de infraestructura hidráulica. La puesta en marcha de estas obras trajo consigo excedentes, sobre todo de cereal y barrilla, a los que se dio salida por el puerto de Águilas. En esta época, las tres grandes ciudades de la Región de Murcia eran Murcia, Cartagena y Lorca, al frente de cada una de ellas estaban un corregidor y un cabildo, compuesto por regidores, nombrados por el poder real.
El florecimiento del Barroco en la ciudad
Lorca fue una de las comarcas más favorecidas por el Reformismo Borbónico. En esta época se desmarca de su pasado medieval y se moderniza, asistiendo a la desaparición de su muralla y al aumento de su población, que se extiende en los barrios periféricos de San Cristóbal y San José. Lorca se irá recuperando de la crisis que la diezmó en la centuria anterior, apoyándose fundamentalmente en el auge de la agricultura. Es el momento en que se culminan los proyectos de reforma urbana, que modernizaron la ciudad.
En el núcleo principal de la ciudad se concluirán, reformarán o levantarán de nueva planta el Ayuntamiento, la fachada y salas capitulares de la Colegiata de San Patricio, la Casa del Corregidor, el nuevo pósito de labradores o el Colegio de la Purísima. Destaca la Plaza Mayor de Lorca, que asumió en esta época su aspecto de gran plaza castellana cuadrangular. De estos años también data un buen número de casas solariegas, que terminaron por dar carácter barroco a la ciudad. El ejemplo más paradigmático de casa barroca lorquina lo reproduce la Casa de Guevara o de las columnas.