Los vestigios del Paleolítico Inferior
El municipio de Lorca ocupa un lugar estratégico en el corredor entre Levante y Andalucía, en las estribaciones de la Sierra del Caño. Esta espléndida situación geográfica le ha conferido gran atractivo para los asentamientos humanos. Los más de 1.600 km2 que configuran el territorio lorquino y que se extienden fundamentalmente por el Altiplano de Coy, Avilés y Doña Inés; los valles de los ríos Comeros, Luchena, Turrilla y Guadalentín, y el litoral se encuentran salpicados de yacimientos que atestiguan la presencia del ser humano en Lorca desde el Paleolítico.
La planicie del Castillo en la Sierra del Caño constituye uno de los depósitos arqueológicos más interesantes de la Región de Murcia. Los vestigios más antiguos descubiertos en el territorio lorquino se remontan al dilatado período del Paleolítico Inferior (1.500.000-95.000 a.C), correspondiendo a utensilios de sílex, pertenecientes a la cultura achelense y que debieron ser elaborados por un homo erectus que habitó un asentamiento al aire libre en las terrazas del río Turrilla.
Neandertales en Lorca
Durante el Paleolítico Medio, el hombre de Neandertal habita las grietas y abrigos, fabricando instrumentos que favorecieran una economía depredadora, basada fundamentalmente en la caza y la recolección. El complejo industrial del Neandertal se caracteriza por la elaboración de herramientas más especializadas y eficientes que las achelenses. Los abrigos lorquinos mejor documentados y en los que habitaron neandertales con carácter estacional son: Cueva Perneras (Ramonete), Barranco de la Hoz (Zarcilla de Totana) y el Cerro Negro del Jofré (Zarcilla de Ramos).
Los neandertales fueron alternando los yacimientos al aire libre en las terrazas fluviales de los ríos Alcaide, Luchena, Turrilla, Corneros y Guadalentín, con abrigos abiertos en los afloramientos calizos, que facilitaban el asentamiento en lugares bien orientados y situados cerca de los recursos más importantes que buscaban estas comunidades: los filones para el abastecimiento de sílex y los puntos de agua estable anualmente.
El Cerro Negro del Jofré reúne todas las cualidades del hábitat musteriense, ya que se emplaza al pie de una pared rocosa, cuya orientación permite la llegada de la luz solar durante el día y en las proximidades de un nacimiento de agua. Desde la parte superior del Cerro Negro, los neandertales podían controlar todas las vías de paso del entorno. En el valle del Turrilla conseguirían la pesca, y la actividad cinegética la llevarían a cabo en los montes vecinos de la sierra de la Culebrina. Los huesos hallados en la Cueva de Perneras indican que los grupos que la habitaron cazaban especies de monte como conejos y ciervos, pero también pescaban y marisqueaban en la costa, que por aquella época se encontraba 3,5 km más cerca que la actual.
El Paleolítico Superior, el Epipaleolítico y el Neolítico
Algunas de las piezas halladas en los yacimientos lorquinos de Los Calares, el Barranco de la Hoz y la Cueva de Perneras son más pequeñas y perfectas que las del período anterior, desvelando el avance tecnológico de aquellos grupos humanos. Se trata de la presencia estacional de pobladores durante el Paleolítico Superior. El Epipaleolítico anuncia ya los modos de vida sedentarios y la economía de producción propios del Neolítico, y ha dejado su huella en Lorca en yacimientos como El Enebro, Fuente Gil, Peña María, Barranco de la Hoz, Los Calares, El Peralejo y Peñas de Béjar.
Los restos de piedra pulimentada y el gran avance tecnológico que se observa informan sobre las nuevas necesidades de las personas, que comenzaban a asentarse de forma estable en lugares determinados para practicar la agricultura o el pastoreo. Existe una escasez de yacimientos de este período en Lorca. Según A. Muñoz esto se debería a la supervivencia prolongada de las formas de vida cazadoras y recolectoras, pudiendo encontrase sellada la última fase del Neolítico bajo poblados eneolíticos o sepultada bajo potentes depósitos de limos junto al valle del Guadalentín. Los orígenes del fenómeno megalítico en el municipio lorquino se remontan a finales del Neolítico. En cuanto a las pinturas rupestres lorquinas, casi una decena son los abrigos descubiertos hasta el momento en el municipio con motivos pictóricos rupestres. Los primeros testimonios de estas pinturas en el municipio lorquino corresponden al Neolítico, destacando los hallados en los abrigos de El Mojao y Los Gavilanes.
La cultura calcolítica en la Cueva Sagrada
La cultura Calcolítica o Edad de Bronce se desarrolla a lo largo del III milenio a.C., perviviendo en el sureste peninsular hasta evolucionar hacia la cultura del Argar. Los poblados eneolíticos se ubican en aquellos lugares que gozan de buenos recursos naturales y próximos a cursos de agua. Este esquema se reproduce también en la comarca del Guadalentín, destacando los enclaves lorquinos de El Capitán y La Cueva Sagrada. El yacimiento de El Capitán, ubicado en la pedanía de Zarcilla de Ramos, es uno de los poblados de chozas circulares más importantes de Lorca. Cuenta con un taller de sílex, donde expertos artesanos de la piedra dura confeccionarían puntas de flecha o cuchillos. Son característicos de la cultura material de El Capitán los grandes recipientes con decoración simbólica y los hallazgos de ídolos cruciformes realizados en hueso.
El ritual funerario calcolítico consistía en la inhumación múltiple en necrópolis alejadas de los poblados. Un buen ejemplo de este tipo de enterramientos se encuentra en Cueva Sagrada, en las estribaciones de la Sierra de la Tercia. En este abrigo se hallaron restos humanos con señales de cremación parcial y acompañados de un interesante ajuar. También se hallaron los restos de la túnica de lino más antigua de Europa, con 4.221 años de antigüedad. El poblado eneolítico de Murviedro, situado un kilómetro al sur del Cerro del Castillo de Lorca, disponía en sus inmediaciones de una importante necrópolis.