La naturaleza humana tiende con facilidad a establecer asociaciones y comparaciones a partir de lo aparente, tratando de ponerle marbete a todo artista y compararlo con algún conciudadano o contemporáneo. Pero cuando se aprecia en Jesús Lozano Saorin su dominio de la técnica y el rigor de su trabajo, se advierte su singularidad; disciplina, rigor e individualidad que le permiten ejecutar depurados cuadros de una atmósfera límpida, donde el polvo en los objetos, las luces y las sombras enseñorean la obra; en donde la perfección del detalle jamás se impone a la armonía del conjunto.
Saorin nos demuestra el valor de la pintura a la acuarela, tanto en su aspecto teórico como en el práctico. Una obra que él, desliga en cierto modo, del concepto habitual que de la pintura a la acuarela se tiene, como técnica apta para la representación abocetada y libre, maniendo sin embargo, los rasgos de transparencia, brillantez cromática y frescura, características indiscutibles de esta técnica.
Es cierto, que las formas evolutivas que presenta están próximas al hiperrealismo, pero se trata de un realismo muy propio y especial. La riqueza de su oficio se advierte por su estilo limpio y depurado, que encandila a cuantos ven sus obras. No es de extrañar, porque las obras de este artista enganchan y son difíciles de olvidar.
Dibuja y pinta con precisión, definiendo las formas al detalle y haciendo concordar tema y forma en imágenes no precisamente 'bellas' en cuanto a su iconografía. Pero si se aísla todo esto, y nos esforzamos en escudriñar lo que subyace bajo la forma de expresión artística, podremos observar que estamos ante verdaderas obras de arte, y no ante un trabajo posiblemente, solo bien hecho.
Saorin tiene la exquisita facultad de convertir lo degradado y vulgar, en algo fascinante y atractivo, elevando su insignificancia a materia artística. Sus cuadros son fragmentos de dura y cruel realidad, en el fondo no dejan de ser parte de nuestra existencia. En definitiva, la objetividad en la representación de los temas que desarrolla, nos introduce en una serie de interrogantes entre el pasado más inmediato y el futuro.