El entorno de Librilla era idóneo para un asentamiento primitivo. Se halla en el paso natural de la Rambla de Algeciras, que desemboca en el Río Guadalentín. Las paredes de dicha rambla son muy verticales en algunos tramos, lo cual facilitaba la defensa de los poblados asentados en su cima.
Al abrigo de esta muralla natural se desarrolló un poblado durante el Bronce Final. Las investigaciones arqueológicas han hallado asentamientos humanos, que habitaron este cerro desde finales del siglo IX a.C. hasta el V a.C. Los restos culturales de estos asentamientos comprenden una amplia cronología, desde el Eneolítico, Argárico, Bronce Final, Íbero, hasta el periodo romano. Desgraciadamente, el lugar donde se hallan los yacimientos quedó comprendido en el terreno expropiado para la Presa del Romeral y atravesados por el Canal del Trasvase Tajo-Segura perdiéndose, en parte, el patrimonio arqueológico de la zona.
El Cabezo de Basón es uno de los hábitats más primitivos. En la cumbre de este cerro se han rescatado caserones de planta oval de gruesos muros. La construcción se realizaba compactando piedras grandes y medianas de forma irregular, rematadas con adobes rectangulares. Posteriormente se abandona la cumbre y en la ladera Norte, en una zona amesetada más propicia para el crecimiento del poblado, se instala el nuevo centro poblacional. Al conjunto se le da el nombre de poblado Castellar.
El poblado Castellar, factoría cerámica
El material cerámico hallado en este asentamiento presenta una evolución en cuanto a su elaboración y acabado. Las piezas halladas son de paredes más finas, con formas innovadoras y de mayor calidad. Junto a la producción autóctona se encontraron piezas cerámicas importadas. La evolución observada es, en parte, producto de la imitación de la técnica de estas piezas.
En el yacimiento se hallaron en buen estado de conservación los restos de un horno para cocer cerámica. Lo interesante de los asentamientos hallados es que pertenecen a una fase de transición entre el Hierro Antiguo y la Cultura Íbera. Los restos de este periodo son escasos en el Sureste peninsular. En la zona baja del Cerro del Castellar se hallaron restos cerámicos de factura íbera en el Cabezo de Párraga.
La evolución desde los primeros asentamientos se evidencia en el considerable aumento del espacio de los poblados. El interior de las viviendas se hace más cómodo y amplio, amueblándose con menos rudimento. A consecuencia de la prosperidad y bonanza económica de las manufacturas cerámicas y metalúrgicas se genera un auge demográfico.
Las villas romanas del Guadalentín
El paso del mundo romano se dejó sentir de manera trascendente en toda la Región de Murcia. En torno a los centros urbanos importantes existía una red de pequeñas villas agrarias, con las que se establecía un intenso comercio. Los excedentes agrícolas y productos como el aceite o el vino se vendían en las ciudades, abasteciéndolas de alimentos frescos. En el área de Librilla, los estudios arqueológicos han podido constatar la presencia de varias de estas villas.
La Villa de la Cruz, Trujillo o Villa Salitre son tres de los centros más importantes hallados hasta el momento. Estas villas solían poseer, en función de la riqueza de sus propietarios, una cuidada ornamentación a base de mosaicos y esculturas. La presencia de maestros romanos en técnicas del mosaico dejó un reguero de obras de gran calidad en todo el Levante español.
El mundo romano sembró de obras de ingeniería su vasto territorio. Son muy importantes las obras sobre los lechos de los ríos: las norias, los azuds y las acequias. En el entorno de Librilla se efectuaron unas obras públicas para crear un pantano conocidas actualmente como la Escalera de los Moros.