Fragmentos
El sartal del ruiseñor Los niños, hacían girar sus peonzas multicolores, en Maaloula, en el camino hacia Damasco, y hablaban una lengua antigua, en la cual se expresaba el dulce Isâ, cuando de paso anduvo por la tierra. Los niños jugaban en su recreo, a la imitación del samâ, levantando polvaredas y riendo al caminante. Les mirabas tú, y les devolvías la sonrisa, a la vez que a tu mente acudían las palabras atrevidas y sublimes que un hadith oyera a su Amado: "De no haber existido tú, no habría creado yo las esferas Vino la noche sobre el rosal polvoriento, de pequeñas rosas olorosas, color marfil y vino nuevo. El ave ubicua, el pequeño ruiseñor armenio, sacudió el ambarino yugo de su cuello, y comenzó la alabanza del Divino Intelecto. Sólo para la atención del solitario: Tria, tria, tria, triandáfila, triandáfilaki, triandáfilon... |
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El novio, "a la adamasquina" de gala todo, saltó al jardín profundo, como saqueador nocturno, para meterse en la fresca alberca, desnudo El novio, joven ladrón de amores, abandonó a su soledad a la paloma omninocturna, la zureadota, la tan sumisa, la que nunca se zafa del galante asedio. El alunarado novio, huyó sin concluir la noche, en alegre holgorio con sus amigos seculares. Y se llevó consigo la rosa más perfecta de la rama, la rosa adamascada, la rosa adamantina, la rosa adánica, la rosa sólo ofrecida en adamar sincero, que iba prendida y perfumaba su lúcida barba nigrescente y aljofarada. Tria, tria, tria, triandáfila, triandáfilaki, triandáfilon. |