La cuestión religiosa
Tras la uniformidad religiosa impuesta por los Reyes Católicos, con la expulsión de los judíos en el año 1492, prosiguieron con la política de homogeneidad religiosa, mediante la obligatoriedad de convertirse al cristianismo a todos los musulmanes de la Corona de Castilla. Desde ese momento los mudéjares pasaban a ser moriscos, por lo que los habitantes de Blanca y todas las aldeas dependientes de Ricote se vieron afectados por este edicto.
En 1505 una bula del Vaticano erigió en iglesias las antiguas mezquitas del Valle de Ricote, incluida la de Blanca, que en 1507 ya estaba creada. Con la conversión al cristianismo, la población musulmana esperaba librarse así de las presiones fiscales, a las que estaban sometidas por ser infieles y alcanzar ciertos derechos civiles. Pero la frustración de no conseguirlo provocó el levantamiento violento de la población morisca de todo el Valle en 1517, situación que fue reprimida al año siguiente.
Crecimiento, crisis y recuperación en la Modernidad
En el siglo XVI Blanca experimenta un aumento demográfico y comienza a destacarse entre los pueblos asomados al río Segura. Tanto es así, que el 10 de agosto de 1591 Blanca consigue de Felipe II un privilegio de villazgo, que lleva consigo la facultad de elegir alcaldes y personal para administrar el Concejo. La cuestión costó a los habitantes 2.400 ducados.
En el siglo XVII, la expulsión de los moriscos murcianos, decretada en 1613 por el monarca Felipe III, dejó casi arruinada la agricultura blanqueña por el forzado éxodo de sus habitantes. Unas 2.500 personas de las seis villas del Valle de Ricote tuvieron que salir forzadamente de sus posesiones y viviendas, quedando Blanca con 300 habitantes. Esta situación fue aprovechada por algunos linajes de cristianos viejos para hacerse con las tierras de los moriscos en subastas e iniciar su asalto al poder en villas como Blanca. Familias como los Castillo y Molina luchaban por el control del Concejo.
No será hasta el siglo XVIII cuando Blanca comience a resarcirse de la pérdida de población. En los sucesivos censos que se realizan la villa pasa de los 700 habitantes de 1713 a los 1.378 habitantes del Censo de Floridablanca en 1786. La recuperación se debió, en buena medida, a los beneficios del cultivo de moreras y frutales en su fértil huerta, y al alquiler de pastos para los ganados trashumantes.