La dominación musulmana de Ricote
La primera mención que se tiene de Ricote, tras la invasión de la Península Ibérica por parte de los musulmanes en el año 711, data del 738. En este año se habla de un señor musulmán que tomó el Castillo y el Valle. En el 826 ya era famoso el Castillo de Ricote, conocido como al-Sujayrat. Para poder visitar el Ricote del siglo IX se han de citar las crónicas musulmanas. El geógrafo árabe Al-Udrí describió con bastantes detalles la antigua cora de Tudmir, el reino de Murcia en la etapa musulmana. Al-Udrí, al igual que otros escritores árabes, distinguió entre una alquería y un núcleo defensivo. Más tarde serían denominados Rikut (Ricote) y al Sujur (Castillo de las Rocas). Parece ser que en una época de bonanza la población de tan fértil Valle había crecido, y sus necesidades les reclamaron vivir más cerca del río y su huerta.
A finales del siglo IX se produce un gran levantamiento contra el poder omeya. La represión hizo que algunas batallas fueran encarnizadas, como la ocurrida a los pies del Castillo de Ricote y que narró Ibn Hayyan: "Tras dos días de lucha alrededor de la fortaleza de los Vélez, las tropas omeyas se dedicaron a asolar el territorio de Tudmir hasta acampar en Ello el día 1 de agosto del 896. Tras devastar la zona durante varios días, el ejército se dirigió hacia la fortaleza de Rikut, que ofreció una gran resistencia. Los omeyas consiguen apoderarse del primer recinto, y cuando algunos regresan al campamento cargados de botín, se produce un contraataque enemigo que ocasiona muchas bajas en el ejército omeya... Unos muertos por las armas de los defensores de la fortaleza y otros ahogados en el río en su precipitada huida. Entre los caídos se encontraban destacados miembros de importantes familias bereberes como los Banu Zannu y Gaz ibn Gaznan de Talavera".
Del siglo XI se ha encontrado en las cercanías de Ricote una necrópolis musulmana y unas canteras de yeso también de la misma época. Hasta el siglo XIII en esta estratégica, aislada y hermosa zona se concentró un grupo religioso musulmán, que permaneció al margen de toda actividad bélica. Se vio sorprendido en tiempos de la Reconquista cristiana por los castellanos, y tuvieron que emigrar a otras zonas, más al sur de la Península, para seguir profesando su religión.
El siglo XIII comenzó para Ricote con uno de los hechos más significativos de toda la Historia Medieval del Valle: la insurrección nacionalista de Ibn Hud (Aben Hud) contra el poder almohade. Se proclamó emir y terminó por conquistar el reino de Murcia, y casi todo el territorio de Al-Ándalus. Su poder fue efímero, ya que diez años después de su levantamiento sería asesinado por su walí de Almería. A su muerte, el reino que conservaba se desintegró. Aunque valiente y ambicioso, Ibn Hud sufrió su falta de capacidad política, y el poderoso brazo amenazante de la Reconquista cristiana del siglo XIII. En la actualidad existen algunos historiadores que emplazan el levantamiento de Ibn Hud en el Castillo de la vecina Ojós. Durante el primer tercio del siglo XIII Ricote vio nacer en sus tierras a dos de los pensadores, filósofos y científicos más grandes que ha dado Murcia: Ibn Sabín y al-Ricotí.
El Pacto de Alcaraz, la entrada cristiana
A mediados del siglo XIII la inestabilidad en el poder del reino de Murcia hizo que el campo estuviera en perfectas condiciones para ser conquistado por los ejércitos cristianos. Las querencias personales de los distintos gobernantes que se sucedieron en la zona llevó al reino a un hundimiento político, militar y económico. Al Pacto de Alcaraz de 1243 acudieron los dos bandos: el cristiano, de la mano del infante don Alfonso; y el musulmán. Por parte islámica acudieron numerosos arraeces para aceptar la capitulación, cada uno independiente en su zona. Entre ellos figuraba el del Valle de Ricote. Este pacto suponía la supremacía de Castilla sobre el reino de Murcia. La mitad de las rentas públicas y las principales fortalezas cayeron en manos de los castellanos. Entre estos castillos estaba el de Ricote. A cambio, Castilla protegía y respetaba a los musulmanes que vivieran en las tierras conquistadas. Pocos años después, en 1264, se produjo la revuelta de los mudéjares por la poca veracidad de los acuerdos entre ellos y Alfonso X, entre otras cosas. La entrada en Murcia de Jaime I devolvería el Reino a los cristianos.
Los mudéjares del Valle estaban gobernados ante los castellanos por la aljama. Las figuras más importantes de ésta eran los jeques o suyuj, los viejos u hombres buenos. Bajo el amparo de la aljama de Ricote, en el Valle tenían sus propias leyes, practicaban libremente su religión y casi disponían de independencia jurídica y administrativa. Al final del siglo XIII, la sucesión de Alfonso X se complica por la muerte de su heredero. Subirá al trono Sancho IV, que contó con la ayuda de algunas órdenes religiosas, a las que había prometido tierras si lo apoyaban en su empeño de ser Rey de Castilla. El Valle de Ricote sería una de estas zonas en 1285.
El poder de la Orden de Santiago en el Valle de Ricote
Tras una buena administración durante el último cuarto del siglo XIII, la encomienda creada por la Orden de Santiago se vio en condiciones de negociar con Jaime II. El Rey aragonés había invadido el reino de Murcia en 1296, pero los castillos de Ricote siguieron perteneciendo a la Orden. Una excepción a este hecho fue el Castillo de Blanca, recuperado más tarde por la encomienda. Tras algunas escaramuzas entre aragoneses y santiaguistas, las posesiones de ambos quedaron establecidas, hasta que a principios del XIV Castilla volvió a tomar el reino de Murcia bajo su mando.
Bajo el poder de la encomienda se hallaba una unidad jurídica, política y económica, que era el Valle de Ricote. Los representantes de la Orden de Santiago eran los comendadores. Algunos de éstos fueron personajes importantes dentro del mundo político y económico del Reino a partir del siglo XIV. Durante todo el siglo XV la encomienda pasó por las manos de varios comendadores, algunos de ellos pertenecientes a la más alta nobleza del reino. Fue un siglo en el que las conversiones al cristianismo por parte de los mudéjares fueron numerosas.