María Cegarra Salcedo. La Unión (Murcia), 1899 - Murcia, 26 de marzo de 1993
Poesía y química serán las dos aficiones que encuadran y protagonizan la biografía de María Cegarra Salcedo. Junto a ello, la unión de los hermanos Cegarra Salcedo es otro de los puntos de partida para entender la figura de esta unionense. Nombrada Hija Predilecta del municipio el 24 de octubre de 1992.
Un ambiente muy familiar
De padre comerciante y madre maestra, no había en la familia Cegarra ningún precedente conocido de escritores ni poetas, siendo su hermano Andrés el que inicia la afición.
Su madre, cordobesa, había venido a La Unión junto con unos familiares. El recuerdo que de ella tendrán siempre sus hijos será el de una mujer alegre y cantarina. Cuando llegó a la localidad murciana conocería al que se convertiría en su marido, persona reconocida en el municipio por hacer cambios en moneda extranjera.
El matrimonio tuvo tres hijos, siendo María la segunda de ellos, y supieron crear un clima familiar muy cálido y cariñoso, manteniéndose todos muy unidos.
María Cegarra nunca se casó. Tuvo amores que no pudieron ser y se dedicó íntegramente a los suyos, acompañada de sus hermanos hasta que la trágica muerte los separara.
La infancia de María transcurrió tranquila en las calles de su Unión natal, una infancia muy vinculada a su buen amigo Asensio Sáez, que compartirá además con ella su afición y posteriormente profesión por la escritura. Ambos desarrollaron sus vidas bajo el profundo respeto y devoción por su tierra, a la que dedicaron muchas de sus letras, a veces de forma conjunta.
La figura siempre presente de Andrés y Pepita
Las personas primordiales en la vida de María fueron sin duda las de sus hermanos, Andrés y Pepita.
Él, adorado por María y convertido en el niño a quien dar su amor, su cariño y su apoyo. Luchaba junto a Andrés para que la enfermedad que le dejó postrado a una silla de ruedas durante catorce años no le mermara nunca la sonrisa. Pepita su segunda madre, su apoyo, su referencia más inmediata.
El sufrimiento y la pena de María en cada una de las pérdidas de sus hermanos, la de Andrés demasiado temprano, será el seno de su dolor pero también de su inspiración. Por la muerte de su hermano escribiría su primer poema publicado, Cristales Míos, y tras el fallecimiento de su hermana, muy cercano a su propia desaparición, surgiría su última obra, Poemas para un silencio.
Con anterioridad al fallecimiento de su hermano en 1928 María nunca había escrito nada seriamente. Tras este suceso tan doloroso en su vida, se iniciará su camino poético, en primer lugar por la 'prolongación del recuerdo de Andrés, el deseo de mantener viva su memoria'.
La primera mujer perito químico de España
En un mundo de minas y mineros, María estudió química animada por su hermano, quien pensó que debía proporcionarse un modo de vida, y que mejor futuro en esa tierra que dedicarse al análisis de minerales.
Tras las penurias sufridas durante la Guerra Civil, recibiría la Licenciatura de Ciencias Químicas de esa especialidad. Se creó su propio laboratorio de análisis de minerales. A pesar de su poco afán de protagonismo, esta faceta de María despertó la atención de muchos, en una época en la que la mujer no estudiaba tan sólo dedicada a las tareas del hogar.
La unionense reconocería más tarde que ella no eligió la química, pero acabaría por enamorarse de ella. Por paradójico que parezca, cuando conforme se adentraba en el orden de las fórmulas químicas más significado encontraba su vida, confluyendo en su sentir más profundo de la mano de la poesía.
Su otra pasión: la enseñanza
Desde 1928, tras la muerte de su hermano, solicita entrar a trabajar, consiguiendo una plaza como interina en Cartagena. Descubre su vocación por la enseñanza, impartiendo clases por la mañana y por la tarde en tres o cuatro lugares distintos.
La dedicación de María a la enseñanza se prolongará durante 40 años, siendo profesora de Químicas en la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena y en otros centros de Formación Profesional y Bachillerato.
Además, ya solas ella y Pepita, durante muchos años sus ingresos fueron los únicos que tuvieron para vivir. No pasaron dificultades económicas, entre otras cosas porque no fueron ni ella ni su hermana mujeres de grandes ambiciones.
Después llegaron sueldos más altos, con los que se compró una casa en Cabo de Palos de la que estaba muy orgullosa.
El apego a su tierra
A María le gustaba mucho vivir en La Unión. Pudo marcharse a vivir a otro lugar, pero quizá el profundo afecto a sus padres, y a todos los que tenía cerca de ella, le hizo permanecer en su casa de toda la vida.
Participaba de la devoción popular de la Virgen del Rosario, a quien ofrecería en varias ocasiones sus palabras. Se sentía fascinada con el tema de la Semana Santa de su tierra. Se afirmó que no se conocía Jueves Santo sin María acompañando al Cristo de los Mineros, ni noche del Festival del Cante sin María, evento que también promocionó y del que le gustaba participar íntegramente cada año.
Por la casa de María pasaron muchos de los escritores y personajes más relevantes de la contemporaneidad murciana literaria, Raimundo de los Reyes, Carmen Conde, Antonio Oliver, Miguel Hernández o Ramón Sijé.
A partir de 1979 María instituye y costea el Premio Andrés Cegarra Salcedo, homenajeando a su desaparecido hermano. El propósito fue estimular la creación de nuevas letras de 'mineras' con destino al Festival del Cante de las Minas. Con este concurso se enriquecerán las letras del cancionero de las minas.
María y Miguel
Mucho es lo que se ha hablado o escrito sobre la amistad de María y Miguel Hernández, circulando una leyenda sobre el enamoramiento del poeta hacia esta mujer.
El cariño que ambos se profesaban suscitó todo tipo de comentarios, pero lo cierto es que, muchos años después, la propia María afirmará que los viajes que el gran escritor oriolano hacía hasta La Unión para verla se fundamentaban en una sincera amistad.
Fuera o no amor, el sentimiento quedaría escondido y reservado en sus interiores, pero la evidencia del gran afecto que ambos se tenían quedaría reflejado en la correspondencia que María y Miguel mantuvieron durante años.
Las creencias políticas de María
Con anterioridad al estallido bélico que sacudió a toda España, María no estaba definida políticamente. Después, como muchas mujeres de su época, se introdujo en la Sección Femenina franquista.
Allí desempeñó diferentes tareas, ocupándose del taller de artesanía, de dar comidas a las chicas, o trabajando en Auxilio Social. María Cegarra se confesó una mujer del régimen anterior, aunque por su casa pasara gente de toda clase y condición.
Durante la guerra les hicieron registros en varias ocasiones. Su padre murió en el año 40, hombre pacífico y bueno, según lo califica su propia hija.
No se consideraba revolucionaria ni marxista, pero si creía firmemente en que las cosas debían darse a conocer tal y como eran. Estaba conforme con las huelgas reivindicativas, criticaba la actitud de las grandes empresas que no trabajaban a favor de otros... tenía al fin una actitud conservadora encerrada en unos ideales de solidaridad e igualdad. Como la misma María decía, a ella lo que le gustaba era la paz, ya fuera de unos o de otros.
La postergación de su poesía
Como ha quedado escrito, el hecho de publicar no es parte esencial del destino de un escritor, y así se entiende en la trayectoria lírica de la poetisa unionense.
La poca repercusión a nivel nacional de María Cegarra ha sido entendida como la consecuencia de las pocas salidas fuera de su entorno y de la irregularidad en sus publicaciones.
Como suele suceder con gran pesar, fue tras su desaparición cuando muchas de las personas que hasta entonces no habían conocido la obra de María comienzan a interesarse por ella.
Carmelo Vera, escritor murciano que mejor conoce la obra de la unionense, achacaría las causas del escaso y tardío reconocimiento a la obra de María a esa irregularidad en sus publicaciones pero sobre todo a su aislamiento, lo que él llamó su 'profundo sur'.
El reconocimiento a María
Aunque algunos dijeron que la rutinaria vida unionense la ahogaba, lo cierto es que María sentía verdadera devoción por su pueblo, por el que se preocupó durante toda su vida. Los homenajes y premios tardaron en llegar, pero fueron muchos los que reconocieron y admiraron la gran huella y legado artístico que este personaje dejó en su tierra y fuera de ella.
Estando en Murcia, ya enferma y a punto de morir, a María se la recuerda pronunciando el '¿cuándo nos vamos a La Unión?'.
María Cegarra falleció el 26 de marzo de 1993, declarando el Ayuntamiento de La Unión dos días de luto oficial. La capilla ardiente se instala en el Instituto Nacional de Bachillerato que actualmente lleva su nombre.