Siglo XVI, refundación de Alguazas
En el siglo XVI la población de Alguazas creció de forma notable, debido a la llegada de mudéjares granadinos. Éstos se beneficiaron de los repartos de tierra gratuitos, cuyo objetivo era sacar mayor productividad de la tierra. En 1501 Alguazas se convirtió al cristianismo. La tradicional aljama se convertía así en Concejo, cuyos miembros eran nombrados por el obispo y el Cabildo. En 1503 habitaban Alguazas 43 vecinos, es decir 193 habitantes. El 12 de septiembre de 1528 una gran crecida del Segura arrasó Alguazas (y toda la Huerta de Murcia). Del emplazamiento originario, junto a los ríos Segura y Mula, sólo quedó en pie la Torre del Obispo y la iglesia de San Sebastián. El Cabildo de la Catedral de Murcia acudió en socorro de los alguaceños con 100 ducados.
El 4 de octubre de 1528 las ochenta familias residentes en la villa decidieron crear una nueva Alguazas. Lo hicieron unos 1.500 metros más arriba. De este modo, Alguazas se convertía, junto a Totana, en la única población fundada ex novo en el reino de Murcia durante este período. Poco se tardó en planificar la trama urbana de Alguazas. Ante todo, había que dotar a la villa de un templo. En 1529 se iniciaron las obras de la iglesia Parroquial de San Onofre. De la primera fase ha llegado a la actualidad parte de la techumbre mudéjar.
Compra e independencia de la villa
La desastrosa situación de las arcas reales permitieron al Rey Felipe II obtener una bula del papa Gregorio XIII en 1574. Con ella pudo quitar a la Iglesia determinados bienes y ponerlos a la venta, entre ellos los señoríos eclesiásticos de Alcantarilla y Alguazas. Alguazas fue concedida a un consorcio de prestamistas genoveses al servicio de la Corona, encabezados por Baltasar Catano. Quedó en manos de los también genoveses Octavio Marín y Juan María Corvari, que la vendieron al señor de Ontur y Albatana Alonso Tenza Pacheco en 1587.
Los alguaceños pidieron a Felipe II optar al derecho de tanteo para ser ellos quienes se comprasen a sí mismos y no depender de ningún señor. La iniciativa siguió adelante a pesar de la oposición de Tenza Pacheco. Éste presionó a través de largos y costosos pleitos y, además, envió a sus representantes para tomar represalias contra los alguaceños, encarcelando a algunos y obligando a huir a otros. El 30 de octubre de 1590 los vecinos de Alguazas compraban su propia jurisdicción, algo único en el reino de Murcia. La compra ascendió a 7.015.988 maravedíes, que recibieron los prestamistas genoveses de la Corona. Dicha empresa fue victoriosa para los vecinos de Alguazas gracias al apoyo económico de un poderoso acreedor, el IV marqués de Los Vélez.
Los siglos XVII y XVIII, un señorío en expansión
A lo largo del siglo XVII la población de Alguazas creció rápidamente. En 1670 había 370 vecinos. La explicación hay que buscarla en la llegada de familias de los pueblos de alrededor, pues todos eran señoríos particulares en los que se pagaban numerosos impuestos. En suma, la independencia del dominio señorial dio paso a la expansión demográfica de la villa que, a su vez, se tradujo en el desarrollo agrícola.
El cultivo del arroz era predominante en Alguazas y la Vega Alta del Segura. Pero las aguas permanentemente estancadas trajeron epidemias de fiebre amarilla y Peste bubónica. Para evitar el contagio la población marchó a otros lugares. A ello hubo que sumar el esfuerzo que supuso la Guerra de Sucesión (1700-1713), con el aporte de soldados, dinero y equipamientos de guerra. Así, a inicios del siglo XVIII, Alguazas contaba con 220 habitantes, que vivían en medio de grandes penurias. Ante esta situación, en 1719, una Real Cédula de Felipe V otorgaba a los alguaceños el perdón de los pagos pendientes con la Hacienda Real. Finalmente, en 1720, en vistas de la despoblación y ruina del área comprendida entre Cotillas y Archena se decidió prohibir el cultivo del arroz en la Vega del Segura, quedando relegado a Calasparra.
En 1743, tras casi un siglo y medio, la villa de Alguazas consiguió redimir el censo de tanteo. Es decir, por una orden de Felipe V quedó anulada la hipoteca del pueblo, con la que éste se compró a sí mismo en 1590. A finales del siglo XVIII la población creció considerablemente. El Censo de Floridablanca (1787) arrojaba la cifra de 1.216 habitantes. Coincidiendo con esa expansión se produjo la ampliación del templo parroquial de San Onofre, que a lo largo de la centuria se había dotado de nuevas capillas, como la del Rosario, así como de un estupendo órgano barroco (1734), considerado el más antiguo de la Región de Murcia.