Entrevista
Cristóbal Gabarrón habla en esta entrevista de su pasión, el arte, de sus influencias, sus inquietudes y su compromiso con la cultura. También reflexiona sobre su infancia en Mula y la experiencia adquirida en París, Italia y, sobre todo, en Estados Unidos, donde dice haber descubierto la frescura que ha perdido en Europa.
Asegura que trabaja todos los días en sesiones interminables y que cada vez le da más pereza moverse, acudir a actos sociales, hacer otra cosa que no sea ver pasar el día en su estudio, con las manos haciendo y deshaciendo mezclas, probando pigmentos, a la sombra de tanto ruido como hay ahí, al otro lado de las verjas. De sus fundaciones y demás aventuras se encargan sus cincos hijos, mientras Gabarrón vive con la pasión repartida entre su pueblo natal, Mula (Murcia), Valladolid y Nueva York. Un triángulo exótico.
El proceso de formación y búsqueda: del Hiperrealismo hacia un estilo propio
En Murcia, donde naciste, viviste tus primeros siete años y después tu familia se trasladó a Valladolid. Esas dos tradiciones, la levantina y la castellana, ¿en qué modo te han marcado?
Sin duda que me ha dejado huella, pero no soy consciente de qué modo. Es posible que ciertos recuerdos de niño como el olor o los paisajes de la huerta sigan estando en mi memoria, a pesar de los años. Los árboles, el agua, los colores han marcado parte de mi obra. Y, por supuesto, Valladolid lo ha hecho también, de otro modo. Pero insisto en que no soy consciente de cómo se puede manifestar eso en mi trabajo. Creo que los primeros años de formación siempre dejan un poso y en mi caso son esenciales para entender el mundo como lo hago, sobre todo cuando ya en mi juventud y madurez se mezclan aquellos recuerdos iniciales con el presente vallisoletano.
La parte mediterránea de su obra parece más presente: la luz, el tratamiento del color, incluso la saturación de los colores. La parte castellana parece estar más oculta. ¿Sentirse entre dos tierras puede ser una forma de conflicto?
En mi caso no ha sido así. No me crea ningún conflicto. Al revés, es un enriquecimiento. Me identifico mucho con el carácter castellano y leonés, a la vez que el paso del tiempo me hace redescubrir aspectos de Murcia que me atraen cada vez más.
¿Dónde empiezas a pintar?
En Murcia, en los años de infancia. Yo desconocía el arte por completo. Mi familia era muy humilde y aquello era ajeno al ambiente de mi casa. Un día, curiosamente, iba andando con mi madre por Mula, mi pueblo, y encontré una hoja de un calendario antiguo verdaderamente horroroso. Se nutría de tópicos pictóricos de mal gusto. Recuerdo que la imagen, que estaba rasgada, representaba a una mujer con una guitarra. Fue mi primer contacto con la pintura y con el color. Recogí aquel papel del suelo y lo guardé durante años. Entonces es cuando supe que yo quería hacer esas cosas. No sé cómo se empezaba, pero quería ser pintor. Si ni siquiera sabía casi lo que era un lápiz... No olvides que Mula era un pueblo pequeño, que hablamos de un tiempo muy complicado y que mis padres eran muy humildes.
Hacían trabajos esporádicos. Mi padre, por ejemplo, vendía plumas estilográficas. Pero a lo que vamos. De niño me recuerdo haciendo formas con la arena, así que creo que ya tenía una predisposición a los temas creativos...
Una vez que asumes que quieres dedicarte al arte y tras la formación te adscribes a la escuela realista...
Así es. Empecé como todo el mundo, haciendo una pintura realista. Y después me fui acercando al hiperrealismo, hasta que mi trayectoria dio un giro total en el año 65.
¿Qué motivo te empujó a esa ruptura con lo anterior?
El hiperrealismo me empezaba a molestar, sinceramente. Pero tiene una explicación sencilla. Me di cuenta de que no había en mi pintura de entonces una problemática que sustentase y empujase la obra, sencillamente me dedicaba a realizar representaciones de paisajes, de interiores, de bodegones, de plantas... No existía un contenido más profundo. Es la única vez en mi vida en la que he vivido una ruptura tan radical.
¿Es entonces cuando comienzas tus tentativas informalistas?
Claro, entonces se da una segunda búsqueda del camino a seguir hasta encontrar el camino en el que he ido después ahondando. Si pusiéramos mi obra seguida desde el 65 hasta hoy podríamos observar una continuidad absoluta que la ha hecho reconocible.
Con la distancia del tiempo, ¿fue necesario aquel cambio de rumbo?
No tengo duda. Pero no únicamente por la obra que salió, sino por el proceso de búsqueda, que es lo que me interesa.
Aspectos que marcan su obra: 'En los Estados Unidos descubrí la frescura que había perdido en Europa'.
Francis Bacon comentó en alguna ocasión que la verdadera complejidad de un cuadro estaba en encontrar su lugar preciso en el lugar de las obsesiones. ¿Cómo trabajas tú las tuyas?
Pues como puedo [risas]. Desde aquel año 65 del que hemos hablado, mis obsesiones y, sobre todo, mis preguntas empiezan a formar parte de mi proceso creativo. Por eso considero aquel cambio tan importante. Por primera vez deja de interesarme exclusivamente la belleza de lo que quiero pintar, sino que me importa más mi papel como persona. Esas cuestiones son permanentes desde entonces. Y hoy te diría que se mantienen exactamente igual. Todo lo que pensaba entonces sigue preocupándome hoy. Otra cosa es que lo que sale salga de otra manera visual. Tengo la seguridad de que son las respuestas a las preguntas íntimas las que realmente dan forma a la obra. No me interesa tanto el proceso técnico de cómo desarrollo la obra como el que me lleva a intuir ciertas respuestas. Pero éste es un proceso complicado porque cuando uno cree tener esas respuestas, resulta que no es así. Y vuelvo una vez y otra al lugar de la pregunta. Por eso te digo que las obsesiones siguen siendo las mismas.
¿Y en ese proceso de averiguar las obsesiones personales, qué importancia han tenido tantos viajes como has realizado?
Quizá el lugar que más me ha ofrecido ha sido Estados Unidos. Más que Francia o que Italia, donde también he vivido. EE.UU. no sólo representaba ese inicio de la impronta del arte como motivación y centro del mundo, sino la posibilidad de crear en libertad. En Nueva York estaban los desesperados como yo, aquellos que tenían inquietudes y querían ser algo, así que, como todos estábamos con las mismas ambiciones y en igual situación, más o menos, el trato entre los artistas y los colegas del arte era fantástico, con todo el enriquecimiento intelectual y vital que esto supone. Allí descubrí la frescura que había perdido en Europa. En nuestro continente, por la historia del arte y de la sociedad, somos más conservadores. Incluso en la misma comprensión de la obra de arte. Ellos no tienen los complejos que en algunos momentos caracteriza a los europeos. El trabajo es más respetado, en definitiva. Y la envidia no es una norma común como aquí.
¿Cuáles fueron los primeros artistas que conociste en EE.UU., qué aprendiste de ellos?
Preferiría no dar nombres, pero he conocido a algunos de los grandes de la segunda mitad del siglo XX. Algunos creadores muy importantes y de una gran valía que en los comienzos se ganaban la vida, a lo mejor, como camareros. Difícil eso en España, ¿no? En EE.UU. había una confrontación en positivo en todos los ámbitos de la sociedad. Y si quieres nombres de amigos de verdad te diría Christo, que ahora ha realizado su gran proyecto en el Central Park, Rauschenberg, Rosenquist, Dennis Oppenheim... Son unos tíos de una humildad impresionante, algo inconcebible en este país.
¿Has vivido en distintas ciudades a lo largo de los años, piensas mejor en movimiento?
Bueno, es que yo soy un ciudadano del mundo. Me gusta mucho la comunicación con diferentes culturas. Siempre intento hacer lo que me puede enriquecer. Pero igual que he tenido momentos de viajes incesantes, también otros de recogimiento absoluto. Me puedo meter en el estudio a las ocho de la mañana y salir a las doce de la noche. Por ejemplo, aquí en Valladolid no hago ningún tipo de vida social, apenas salgo.
El Gabarrón artista: compromisos y preocupaciones
¿Cuál es tu compromiso con el arte?
En eso también estoy muy americanizado. Cuando en 1992 decido crear la primera fundación, que es la de Valladolid, me di cuenta que debía fijarme en la sociedad estadounidense, que se articula de una manera civil que propicia la creación de fundaciones. En este sentido, el origen de crear las fundaciones que llevan mi nombre, mi compromiso con el arte, se basa en dos cuestiones básicas para mí: que la educación y la cultura hacen al hombre libre y que creo que las fundaciones tienen muchas cosas que ofrecer y que decir y deben (en temas de cultura, por ejemplo) ocupar ese terreno que los gobiernos están invadiendo. Pero volviendo al tema de las fundaciones y mi compromiso, lo que quiero dejar claro es que mi intención está en devolver a la sociedad una parte de lo que me ha dado. Y materializar todo eso con ayudas a la creación joven ya la educación, algo que no existía del mismo modo cuando yo empecé en el mundo del arte.
¿Te consideras un artista bien entendido?
Yo creo que sí. Pero tampoco es algo que me preocupe mucho. Lo que procuro es estar centrado. No hago las cosas para que me comprendan, sino porque me apetece hacerlas y creo que debo hacerlas.
Hace unos días, en un periódico, alguien denunciaba que el peligro de la cultura es que se está convirtiendo en un pasatiempo...
Estoy de acuerdo. Creo que el concepto de cultura se está vulgarizando y ha perdido su peso específico. Imagino que será el reflejo del mundo en que nos ha tocado vivir, un momento de cambios, del todo vale y a la vez no vale nada... Me refiero a que hay una desorientación en la sociedad, en las ideologías y en el pensamiento que afecta directamente a la cultura y al arte. Ante este panorama, lo mejor es que cada uno actúe en consecuencia y con honestidad.
Características técnicas de su obra
Volviendo a tu obra, has trabajado con insistencia el gran formato y, sobre todo, la obra pública, ¿qué vínculo has encontrado en este sentido entre tu trabajo y ese componente de educación social que debe tener el arte y que tanto te preocupa?
Pero fíjate, resulta que yo soy un hombre más tendente a cierto intimismo. En el caso de la obra pública hay siempre una voluntad de comunicarte con un gran número de gente. Cierto que no se ve la pieza o las piezas con esa cercanía con la que se observa el arte en un museo o en la propia casa, pero cuanto más se ve se establecen distintos canales de comunicación entre el espectador y el objeto.
¿Cuándo trabajas en grandes dimensiones, mantienes a la vez vivo el dibujo o la obra en pequeño formato?
Siempre. Nunca trabajo una obra sólo. Necesito el contrapunto a la obra grande. De ahí que siempre trabaje con mucho boceto, con prototipos y maquetas. Incluso siempre me gusta alternar los grandes retos con el cuadro de taller, porque me despeja y me ofrece ideas nuevas para la gran dimensión.
¿Y por qué sospechas que es así?
No me lo he preguntado nunca, pero es así.
¿Qué importancia le das al accidente, al azar, a lo inesperado en tu obra?
Mucho. Muchísimo. La casualidad me hace ir modificando la idea. Hay golpes de material o de color inesperados que piden ser aprovechados. Me gusta la obra fresca, aunque el proceso de trabajo mío es muy complicado.
¿Y los materiales?
Bueno, no me gusta ser esclavo de ellos. Sencillamente utilizo los que creo oportunos para cada proyecto concreto, pero no les doy un excesivo valor.
El Arte en la actualidad: la búsqueda de respuestas y el problema de la desmemoria
¿Crees que a pesar de la confusión de la que antes hablabas, el arte puede dar respuestas?
Es que el arte por sí mismo siempre da respuestas. A mí me las intenta dar. El problema es saber qué es arte.
¿Cómo explicas esa tendencia al revival que se da con tanta frecuencia en el terreno del arte, la recuperación de los movimientos de 30 años atrás, por ejemplo?
Bueno, es un tema complejo. Quizá se ilustra mejor con la figura del coleccionista, que también es mi caso. Yo colecciono desde arqueología hasta pintura contemporánea. Cuando ves todas las culturas y sus principios, si no eres un estudioso puedes confundir sin problemas unas con otras. Por lo tanto, el hombre en el comienzo hizo prácticamente las mismas cosas, a mí entender. Otra cosa es lo que el desarrollo de las distintas culturas ha aportado al arte, cómo lo ha particularizado y le ha dado unas señas de identidad intransferibles. En el arte es siempre fundamental mirar hacia atrás, al pasado, porque todo sirve. Nosotros somos la memoria de lo que hemos aprendido. En esto es igual que la ciencia, que toma lo que conoce y lo va intentado perfeccionar. Ahora, es cierto que buena parte de la crítica de arte sostiene sus tesis, casi siempre, recurriendo a otros. En ese caso me parece mal.
¿Y no existe a la vez una amenaza de desmemoria?
Claro que existe. Es lo que decíamos antes, que se ha instalado el todo vale. Esto lo que provoca es un rechazo a todo lo conocido y la tendencia por parte de algunos de intentar sorprender con la intención de hacer algo que nunca se haya hecho. Lo importante para ellos es que nunca antes se haya hecho. Creen que eso determina algo. Al principio de la charla hablábamos de cómo la tradición mediterránea y la castellana y leonesa me pueden haber influido. Y lo han hecho, pero no sé cómo. En este sentido no entiendo cómo en arte es posible que alguien parta de cero, olvidando premeditadamente la Historia. Eso suena a falso.
¿En qué estás trabajando ahora?
Tengo en marcha varios proyectos a la vez. Por un lado, el diseño de una fuente que irá instalada en una rotonda de 58 metros de diámetro en las afueras de Madrid. El planteamiento que me hice fue crear un túnel escultórico de aire creado por 15 planchas de acero cortén que van vaciados creando así diferentes esculturas, apoyado por un efecto lumínico de noche. También estoy involucrado en la creación de una escenografía de una obra de Cervantes, que se estrenará en el mes de mayo en Murcia. Y, por último, en un conjunto escultórico de 11 piezas que irá instalado en los exteriores del edificio de la ONU en Nueva York. Curiosamente es un homenaje a don Quijote, pero que fue concebido hace cuatro años, mucho antes de que comenzaran los fastos de celebración del IV centenario de la obra de Cervantes.
*Entrevista realizada a Cristóbal Gabarrón por Antonio Lucas, publicada en Cuadernos de la Fundación Casa Pintada, Fundación Casa Pintada-Museo Cristóbal Gabarrón y Fundación Cajamurcia, Madrid, 2005, pp. 22-29.