Obra
Entre la mitología y el retrato
El genial pintor caravaqueño Rafael Tejeo contó durante toda su trayectoria con una técnica muy depurada.
En cuanto a la temática de su obra, se mostró muy interesado por temas del mundo antiguo, hasta el punto que en su producción se encuentran algunos claros ejemplos del Neoclasicismo. Se dice que fueron los mejores ejemplos de este estilo pictórico fuera de los discípulos del pintor francés Jacques Louis David.
Los cuadros enviados a las exposiciones de la Academia de San Fernando tratan generalmente de asuntos mitológicos. Sin embargo, en las exposiciones académicas también presentó temas religiosos y en 1839 concurrió incluso con un argumento típicamente romántico.
Pero lo que hizo que Rafael Tejeo adquiriese fama y reconocimiento fue su faceta de pintor de retratos. Pese a esta circunstancia, Rafael mostró un desigual interés por estas obras. En sus mejores obras se intuye tempranamente un cierto romanticismo.
Según algunos estudiosos de su trabajo, la frialdad de los colores empleados en sus óleos ha sido crítica frecuente en la obra de Rafael Tejeo. Sin embargo, estos mismos colores prestan elegancia y dan clima a estos retratos. En la pintura narrativa este colorido es el convencional, de tintes un tanto arbitrarios y locales.
La abundante serie de retratos que realizó Tejeo forma una galería de personajes que van desde los propios reyes, Isabel II (1853) y Francisco de Asís (1846), que le nombraron pintor honorario de cámara; a la aristocracia de la Corte, Duques de San Fernando (1832); figuras políticas; y la burguesía adinerada, El arquitecto Ayogui (1838).
Representa a los personajes de sus cuadros en actitudes dignas, con expresión contenida y mirada frontal, con carácter melancólico y profundidad psicológica, acentuado todo ello por fondos diluidos y el tratamiento de la indumentaria. Algunas de sus mejores creaciones serían Retrato de caballero y Dª Magdalena de Cuenca y Rubio.