El siglo XIX, el poder de las desamortizaciones.
La centuria decimonónica comenzó en Caravaca de la Cruz, al igual que en el resto de España, con la Guerra de Independencia ante el invasor francés. Se creó en la villa una Escuela Militar para Jóvenes, lo que no impidió el paso de las tropas napoleónicas, que asolaron la comarca. En el intento de remediarlo fueron instalados 16 cañones en lo alto del Castillo, el cual estuvo a punto de ser destruido por los franceses.
Tras la contienda bélica no cesaron, sin embargo, los conflictos en Caravaca de la Cruz entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII (1814-1833). Durante el reinado de Isabel II, las desamortizaciones de Mendizábal (1836) y Madoz (1856) tuvieron gran repercusión en la comarca ante la gran cantidad de bienes eclesiásticos existentes en la misma, incluidos los de la Orden de Santiago. El destronamiento de Isabel II y la proclamación de la I República en 1873 fueron acogidos con entusiasmo por la población, como también lo fue la Restauración Borbónica con Alfonso XII. La población caravaqueña aumentó nuevamente en esta centuria, llegando a los 15.000 habitantes y teniendo como causa principal de retroceso las epidemias de cólera y fiebre amarilla. Se reavivó el panorama socioeconómico, gracias a la celebración de ferias periódicas y a las actividades agrícolas, ganaderas, artesanales e industriales.
Siglo XX, el robo de la Vera Cruz
Los episodios políticos al comienzo de esta centuria, tales como la proclamación de Alfonso XIII como Rey en 1902, la instauración de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera en 1923 o la proclamación de la II República en 1931 fueron vividos intensamente en Caravaca de la Cruz, que ostentaba el título de ciudad desde el año 1849. Sin embargo, en 1934 tuvo lugar un trágico suceso en la ciudad, el robo de la Sagrada Reliquia de la Vera Cruz, acontecimiento que nunca fue aclarado. Esta desgracia pudo ser superada gracias a la concesión hecha a Caravaca por el Papa Pío XII de dos pequeñas astillas de "lignum crucis" de Santa Elena. La llegada se produjo el 30 de abril de 1942. En los dos días siguientes se improvisaron las fiestas, interrumpidas durante siete años, con la reanudación del Baño del agua en el templete-bañadero de las afueras de la ciudad. Ya se había confeccionado un nuevo estuche-relicario en donde se depositaron las dos astillas, pero la Reliquia permaneció durante tres años en la parroquia del Salvador, ya que el Santurio permanecía en estado de deterioro. Fue el 5 de mayo de 1945 cuando la Vera Cruz sube al templo del castillo custodiada por la Orden de frailes claretianos.
Tras la dictadura del general Francisco Franco tuvieron lugar las primera elecciones municipales, que otorgaron a Caravaca de la Cruz un alcalde democrático y un alcalde pedáneo a cada una de las pedanías de este municipio. Desde el punto de vista socioeconómico, la caída de la industria alpargatera y la emigración de los años '60 trajeron malos tiempos a la ciudad.
Caravaca de la Cruz recuperó parte de su vitalidad gracias a la agricultura, la ganadería y la industria del calzado. A ello también ha contribuido en los últimos tiempos la construcción de importantes infraestructuras para la comarca, tales como el Hospital Comarcal o la Autovía hasta la capital murciana. El último empujón lo recibió la ciudad en el año 1998, cuando se le concedió por la Santa Sede el título de Año Santo 'In Perpetuum' cada siete años, siendo el 2003 el primero en celebrarse en Caravaca de la Cruz un año jubilar. Esta concesión convierte a la ciudad murciana en una de las cinco únicas ciudades en el mundo que poseen tal distinción. En apoyo de esta realidad también se creó el consorcio turístico 'Caravaca Jubilar', con el fin de dar a conocer a los peregrinos y visitantes la riqueza patrimonial de Caravaca de la Cruz.