Biografía
Luis Manzanares, Torre Pacheco, 1895 - 1980.
La familia Manzanares-Pérez
En el seno de una familia natural y castiza de Torre Pacheco nació un 25 de agosto de 1895 Luis Manzanares. Su trayectoria vital y profesional lo han consagrado como uno de los más ilustres vecinos de la localidad.
Este pachequero de cuna y vocación, fue el mayor de los tres hijos del matrimonio compuesto por Francisco Manzanares y Nicolasa Pérez, personas rectas y formales a quienes el catedrático veneró durante toda su vida, del mismo modo que a sus dos hermanos, Felicito y Francisco, cuyos nombres y vivencias salpican muchas páginas de las obras de este autor.
El padre poseía una pequeña finca agrícola con casa de labranza en el paraje de los Bastidas-Casas Nuevas, cuajada de viñedos, almendros y olivares, paisajes de la infancia de Manzanares. La economía familiar se sustentaba también con las actividades comerciales en una zapatería y en una administración de lotería.
Luis Manzanares y sus hermanos disfrutaron de una infancia humilde y feliz en Torre Pacheco, recibiendo una sólida educación moral y religiosa de la mano de sus padres, cuya formalidad y austeridad quedaba reflejada especialmente en la figura paterna, que, durante largos períodos de tiempo, desempeñó el cargo de Juez Municipal y de Paz de Torre Pacheco.
En el ambiente familiar y escolar se fue fraguando la personalidad exquisita y firme de Luis Manzanares, cuyas obras posteriores recogerán en sus entrañas los olores, paisajes, ambientes y vivencias de su infancia y juventud en Torre Pacheco, su tierra del alma, a la que rindió homenaje en obras como Torre Pacheco, historia de pequeñas historias y Torre Pacheco, la mirada atrás.
La escuela de Torre Pacheco: fragua donde se forjaron sus primeras inquietudes culturales
Como un guiño del destino, el mismo año en que Luis Manzanares venía al mundo, llegaba a Torre Pacheco el célebre y ducho maestro D. Vicente Antón Montoro, cuyas enseñanzas recibió Manzanares en la escuela de la localidad.
Luis profesaría verdadera devoción y respeto hacia el insigne docente, quien constituyó una de las piedras angulares en su formación intelectual, moral y cristiana, fundamental en su trayectoria vital y profesional.
Ya desde su niñez Manzanares se muestra curioso y observador, presentando precoz inquietud por las artes y la cultura. Su mente infantil absorbía detalles que luego narraría en sus libros y escritos, como los viajes que realizó con su padre a Cartagena y Murcia, recordados en aquellos capítulos titulados “Murcia en la mano” y “Cartagena puerta del mundo”.
Entre 1909 y 1914, Luis Manzanares preparó estudios de enseñanza secundaria bajo la supervisión de su querido maestro D. Vicente y verificó sus exámenes libres en el Instituto General de Cartagena.
Al tiempo que estudiaba el bachiller, Manzanares realizaba trabajos como meritorio en el Ayuntamiento de Torre Pacheco, donde más tarde lograría un puesto de temporero.
En esta época compagina estudios y trabajo con actividades en organizaciones religiosas y culturales de su localidad natal y forma parte de un grupo de teatro juvenil y de la banda local de música, donde toca la caja. En todas estas actividades se desvela su inclinación hacia el ámbito de las artes.
Maestro por vocación
Concluidos con brillantez sus estudios secundarios y movido por su profunda vocación docente, Luis Manzanares inicia estudios de Magisterio y las Licenciaturas de Derecho, Filosofía y Letras, en la Escuela Normal y en la Universitaria de Murcia, respectivamente.
En esta etapa universitaria reside en la capital murciana, junto a su hermano Felicito también estudiante de Magisterio. Se hospedarían en la residencia-colegio que el padre Antonio de la Concepción poseía en la calle San Juan.
En 1919 concluye Magisterio y recibe su primer destino docente en la escuela de Jimenado y más tarde en Espinardo, donde desempeña su labor de maestro con gran pulcritud y vocación, pero sin abandonar los estudios de Derecho y Filosofía, que concluirá en 1923.
Madrid: un viaje en busca de nuevas metas
Su capacidad intelectual e inquietudes culturales y laborales, empujan a Luis Manzanares a viajar a la capital de España en busca de nuevos horizontes.
Llega a Madrid tras la Navidad de 1923, sin apenas recursos económicos para sobrevivir, hospedándose en casa de unos parientes, donde prepara oposiciones para el cuerpo de Interventores del Estado, a la misma vez que buscaba trabajo.
A pesar de las apreturas económicas y de la lejanía de su tierra y de los suyos, Luis Manzanares no da tregua al desaliento, no permitiéndose abandonar su empresa a pesar de las múltiples dificultades. Finalmente, su tesón se ve recompensado cuando el Excmo. Sr. D. Ignacio Herrero Collantes, Marqués de Aledo, le brinda la oportunidad de trabajar como preceptor y maestro de sus hijos, al tiempo que ordena la biblioteca y lleva las cuentas de la casa.
Con una situación más estable y holgada, Manzanares continúa con sus oposiciones a Interventores y termina la Licenciatura de Filosofía y Letras, en su rama de Historia.
En 1925 aprueba las oposiciones a Interventores y le otorgan una plaza en Segovia, a donde se traslada a diario desde Madrid para cumplir con sus obligaciones laborales.
En la ciudad castellano-leonesa, Manzanares publica artículos de crítica literaria en “El Adelantado de Segovia”. Uno de estos artículos despierta la admiración de Antonio Machado, constituyendo el punto de partida de una buena amistad entre ambos, que llevaría a Manzanares a ser ayudante de Cátedra en Segovia del magnífico poeta sevillano.
Algunos años después, Luis Manzanares fue destinado a Cuenca para trabajar como interventor de la ciudad, dirigiendo entonces sus viajes rutinarios hacia la ciudad manchega. Durante su etapa en Cuenca, alternó su trabajo con el doctorado de Derecho, así como, con la elaboración de artículos en periódicos varios y con los estudios mercantiles que decide emprender en este período de su vida y que no abandonó hasta alcanzar la titulación superior de Intendente.
Matrimonio y familia
En razón a sus relaciones de amistad derivadas de su trato exquisito con las personas y del ejercicio de su profesión y actividades, Luis Manzanares se encontraba ya bien posicionado social y económicamente en Madrid cuando, en uno de sus viajes a Cuenca, conoce a la joven María del Pilar, de la que queda prendado y con la que pronto inicia un noviazgo.
La boda tiene lugar el 23 de mayo de 1931 en el madrileño templo conventual de San Jerónimo el Real. Fruto del matrimonio nacieron sus dos hijos: Mª del Pilar y Luis Ángel. Años más tarde la familia se ampliaría con la llegada de cinco nietos, y a ellos dedicó Luis Manzanares este soneto:
Estos son mis poderes La nietería en el despacho asoma: Resto de un batallón a media doma Correteos... Después de la merienda Sólo Luis Mari, militar metódico, |
Con el estallido de la Guerra Civil, Manzanares se marcha a Valencia, donde se había trasladado el gobierno republicano, mientras que su familia es evacuada a Francia. Pasado un tiempo, la familia consiguió reunirse en Fuenterrabía (Guipúzcoa), desde donde pasaron a Valladolid, ciudad en la que pasarían los últimos meses de la contienda.
Torre Pacheco: siempre presente en la vida y obra de Luis Manzanares
Finalizada la guerra, Luis Manzanares volvió a instalarse con su familia en Madrid, donde, en 1940, gana por unanimidad la Cátedra de Geografía e Historia de la Escuela Superior de Comercio de Madrid, de la que sería director en 1946.
En la década de los cuarenta publicó un libro de texto para peritaje mercantil “Elementos de Historia Universal y especial de España”, único en el mundo hispánico, y trabajó como crítico de arte en los periódicos “Madrid” e “Informaciones”, entre otros muchos diarios, firmando bajo el seudónimo de Luis de Fontes.
En estos años se relacionó con multitud de artistas de la época y fue vocal miembro del Jurado en exposiciones y concursos de pintura.
Torre Pacheco siempre estuvo presente en la vida de Manzanares, que amó profundamente esta tierra a la que denominaba Patria Chica, término que define magistral y sensiblemente en un capítulo de uno de sus libros:
“...frente al criterio que enmarca el concepto de patria de acuerdo con los límites físicos, existe otro fluido, íntimo, que lo identifica con la mejor categoría humana. Para éste, lo nativo sigue al espíritu, y allá donde se encuentre el hombre, estarán igualmente, condensados y puros, el suelo y las huellas, los colores y olores, las voces y ecos de la buena tierra ausente... La patria chica es consustancial con nosotros mismos y va vertida en la sangre, incorporada a las ideas..."