Madre Piedad de la Cruz. Bocairente (Valencia), 1842 - Alcantarilla (Murcia), 1916.
Una infancia al calor de la religión
Tomasa Ortiz y Real creció en la localidad valenciana de Bocairente donde había nacido un 12 de Noviembre de 1842, en un ambiente familiar y social muy religioso. Sus padres, José y Tomasa, habían educado en el cristianismo a sus ocho hijos.
Ya en sus años de colegio Tomasa destaca por su bondad y constancia, y por su destreza en actividades como música, bordado y recitación. La escuela a la que asistía, el Colegio de Loreto, era también religioso.
La llamada vocacional
A la edad de 12 años, durante el día de su Primera Comunión, tendrá lugar un acontecimiento que marcará toda la vida de Tomasa. Confesaría más tarde que fue en ese momento cuando siente ¿una llamada a la vida religiosa¿. Muchos serán los impedimentos que desde entonces tendrá que sortear la pequeña Tomasa para conseguir dar un sentido y un lugar a la llamada que presenció ese día.
Un año después decide marcharse al Convento de las Carmelitas Descalzas de Onteniente, pero un incidente en el camino le obliga regresar a casa. Esta será la trágica pauta que guiará durante gran parte de su vida los continuos intentos de Tomasa por formar parte de la comunidad religiosa.
A un destino que se resistía a aceptarla dentro del seno de la comunidad religiosa se unía el clima de oposición familiar ante la idea de ingresar en un convento.
Una especial manera de consagración
Ante las adversidades, la joven de Bocairente decide vivir su vocación de manera individual hasta que encuentre un sitio donde desarrollarla.
Será al cumplir 22 años cuando por fin consiga el beneplácito paternal de ingresar en un convento. Dos intentos seguidos en sendos Conventos de Carmelitas de Valencia se ven fallidos por la enfermedad que perseguirá a Tomasa Ortiz durante toda su vida y que le conducirá a abandonar el noviciado.
La muerte de su madre en 1866 llevó a la familia Ortiz a trasladarse al pueblo valenciano de Canals, donde una de las hijas iba a contraer matrimonio. Tomasa se ve en la obligación de aparcar sus aspiraciones religiosas para cuidar de su familia. A pesar de esto no cesará en su tarea y, con la ayuda de dos de sus hermanas, abrirá una escuela para ayudar a pobres y enfermos.
A pesar de no haber conseguido aún sus hábitos religiosos, Tomasa, segura de su vocación, vivirá una vida consagrada a Dios, cumpliendo fielmente los preceptos religiosos relacionados con la virginidad, viviendo pobremente, ayudando a los demás, y obedeciendo a su padre y a la Iglesia.
Tras la pérdida de su padre, Tomasa viaja a Barcelona donde ingresa en las Carmelitas de la Caridad de Vich. Por aquellos años una epidemia de cólera acechaba a la población de la zona y en su ayuda a los enfermos que la padecían, Tomasa contrae la enfermedad viéndose de nuevo obligada a renunciar al noviciado.
Permanecerá en Barcelona trabajando como obrera textil. En ese tiempo la religiosa, convencida de su destino, rechaza una proposición matrimonial. Por la misma época se traslada al Colegio de las Madres Mercedarias de la Enseñanza como huésped-empleada. Allí, Tomasa da clases, borda y cocina. A pesar de las dudas sobre los deseos que Dios preparaba para su vida, Tomasa Ortiz continúa meditando sobre el modo de servir a Dios.
Aún con las negativas que recibe de su confesor, Gualtero de Castro, Tomasa viaja al desierto de Las Palmas, en Benicassim (Castellón), al asaltarle la idea de que su camino podría estar en desarrollar su fe religiosa en el medio desértico. Una vez allí es convencida de que su lugar tampoco se encuentra ahí. Sabiendo que había sido llamada a vivir una vida de especial consagración, le asaltaban las dudas sobre cuál era la voluntad de Dios y dónde estaba el lugar en el que tendría que desarrollar esa consagración.
La realidad de un sueño
De nuevo en Barcelona, Madre Piedad de la Cruz confesó la aparición del Sagrado Corazón de Jesús, acontecimiento determinante para la decisión de crear un instituto religioso en una de las zonas más necesitadas en ese momento, la huerta murciana, que había sido asolada por la terrible riada de Santa Teresa en 1879, y las graves inundaciones del Segura tiempo después.
Animada por sus preceptores, y acompañada de tres postulantes, llegó hasta tierras murcianas con la intención de fundar una familia de religiosas dedicadas a la atención y cuidado de pobres, enfermos y huérfanos. La primera comunidad de Terciarias Carmelitas fue fundada en Puebla de Soto, muy cerca de Alcantarilla.
Más tarde, en 1886, creó la segunda comunidad en el pueblo albaceteño de Caudete. Sin embargo tampoco le sería fácil esta labor, ya que las tensiones entre ambas comunidades a consecuencia de no contar aún con la aprobación diocesana, provocaron su desaparición.
Frustrada y desconsolada, Madre Piedad y sor Alfonsa, única religiosa que permaneció a su lado, aconsejadas por el Padre Tomás Bryan y Livermore, pasaron un tiempo de retiro espiritual en el Convento de la Visitación de las Salesas Reales de Orihuela. Allí se planeó una nueva fundación.
Unos meses después, en septiembre de 1890, Madre Piedad de la Cruz fundó la Congregación de Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús en el número 14 de la Calle Amargura de Alcantarilla, tomando como Santo Patrón a San Francisco de Sales. Desde ese momento se ve culminado el sueño que durante tanto tiempo había perseguido Tomasa. Surgieron numerosas vocaciones y se fundaron varios conventos de salesianas que tenían, y tienen, su casa madre en Alcantarilla.
En febrero de 1916 Madre Piedad de la Cruz cayó gravemente enferma. Su delicada salud le permitió vivir hasta los 73 años habiendo conseguido realizar sus votos y habiéndose consagrado públicamente ante la Iglesia, destino que persiguió con tenacidad e ilusión durante toda su vida. A su muerte las voces de los alcantarilleros gritaban ¿ha muerto la Madre de los pobres¿, ¿ha muerto la Santa¿.
Su vida fue una entrega absoluta sin restricción alguna, que Madre Piedad de la Cruz, hoy ya Beata, supo llevar con perseverancia y confianza. La creencia ciega en su vocación, a pesar de todas las adversidades, hizo de su vida una obra de caridad y de entrega a los demás.
Un largo proceso de beatificación
En 1982 la Diócesis de Cartagena decide abrir el proceso de Beatificación y Canonización de la Madre Piedad de la Cruz. Un año más tarde este proceso es clausurado y enviado a Roma donde se aprueba en 1984. Se llevará a cabo entonces un exhaustivo estudio sobre la figura de Madre Piedad de la Cruz para analizar las virtudes que le acreditarán para la beatificación.
En julio del 2000 tiene lugar en el Vaticano la lectura del decreto de Reconocimiento de Virtudes Heroicas de Madre Piedad de la Cruz en presencia del Papa Juan Pablo II. Aún quedaba hablar del milagro obrado por esta religiosa, imprescindible para conseguir la beatificación: la curación de una religiosa con la intercesión de la Madre Piedad. En 2003 se expone el decreto sobre el milagro y un año más tarde, el 21 de Marzo de 2004 Madre Piedad de la Cruz es beatificada en Roma.