Los siglos XIX y XX están marcados por el reajuste de las vidas de los mazarroneros, que tendrán que reestructurarse para afrontar las situaciones del momento. A pesar de la situación costera de la población mazarronera, no hay indicios de la existencia de lo que hoy conocemos como Puerto de Mazarrón.
El despegue de la actividad pesquera
No será hasta el siglo XVIII cuando la pesca cobre la importancia y el peso que hoy día posee dentro del término municipal. Desde el momento en que empieza a fomentarse este sector desde la Corona, la Marina Mercante y la industria pesquera, y comienza a desarrollarse el transporte del alumbre y la almagra, surge la necesidad de construir algunas viviendas y almacenes en la costa. Sin embargo, habrá que esperar hasta el siglo XIX para que la vida de la población del Puerto comience a tener una entidad significativa.
La riqueza natural de Mazarrón no acababa con el alumbre, y desde la centuria del ochocientos se procedió a la explotación de otros recursos muy interesantes para el desarrollo de la zona. Causa de este desarrollo será la actividad pesquera que, una vez superados los peligros berberiscos, se convierte en una de las principales fuentes económicas del territorio.
El auge de la minería del siglo XIX
Quizá lo más significativo de este despegue sea la reanudación de la actividad minera, con la vuelta a la explotación de antiguas minas como el Coto San Cristóbal, el de Las Pedreras y el Coto Fortuna. En esta ocasión estuvieron dedicadas principalmente a la extracción de almagra, plata o plomo, cobrando el municipio un peso bastante relevante en la evolución de la minería murciana.
Esta potencia minera hizo necesaria la creación de una gran fundición para procesar el mineral extraído. Las compañías mineras tuvieron un papel de primer orden en la economía mazarronera, ya que llevaron durante años el control de esta actividad. La fiebre minera tuvo su apogeo en los años 40' del siglo XIX, y su explotación se vio favorecida por la legislación, situándose los productos mazarroneros en los mercados internacionales. Este esplendor de la minería se tradujo en el progreso de su entorno, elevadas inversiones, alta inmigración, alumbrado eléctrico, tendido ferroviario, importantes edificaciones, hospital de mineros, pero a la misma vez hay que recordar las duras condiciones de vida en las que trabajaron los obreros.
El resurgimiento económico queda de manifiesto en las construcciones edificadas en este momento. Entre ellas destaca la creación del Ayuntamiento de Mazarrón en 1889, edificio de estilo modernista, declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional. Este auge económico también estuvo potenciado por la industria espartera o la aparición de compañías metalúrgicas y salineras. También aportaron su grano de arena al desarrollo de la zona otras actividades, como las relacionadas con la industria de la almadraba o el cultivo de la barrilla. En los años posteriores aparecerá un incipiente turismo, que ya en el XIX irrumpió a través de la construcción de casas de veraneo de personalidades importantes para el desarrollo económico y político del municipio. Sin embargo, habrá que esperar a los años siguientes para que esta rama de la economía mazarronera se consolide hasta alcanzar la importancia que hoy posee.
El devenir del siglo XX
Desde principios del XX, el municipio entra en decadencia a consecuencia del agotamiento de las minas. La situación de retroceso, conociéndose incluso períodos de hambre, irá en relación con el panorama político y social que atravesaba el resto del país. Del mismo modo que en España se asistía al bipartidismo del sistema de la Restauración, la política local se caracterizó por los periódicos cambios en la alcaldía. La crisis del entorno municipal se refleja claramente en los datos demográficos: de 23.284 habitantes que recogía el censo de 1900 se pasa veinte años después a 17.630. Durante aquellos años, la gente del pueblo se dedicó únicamente a sobrevivir, marchándose los capitales extranjeros del municipio, lo que acentuó la crisis.
Mazarrón fue saliendo de la recesión, planteando la actividad económica hacia otros enfoques, que le aportarían al municipio las características actuales. En el siglo XX se asistió al paso de una sociedad minera y agrícola, a otra cuyos factores económicos y sociales se basan en la agricultura, la construcción y el turismo. El cierre definitivo de la actividad minera hacia 1963 generó una gran masa de desempleados, que emigraron hacia otros lugares. Los que se quedaron supieron reinvertir sus formas de vida, orientándolas hacia otros ámbitos como las plantaciones hortofrutícolas, entre las que destacan las destinadas al cultivo de tomates, pimientos, melones o lechugas (lo que dará origen al paisaje caracterizado por los invernaderos).
La emigración temporal, que había decrecido en los años precedentes como consecuencia del decaimiento minero, volverá a incrementarse ahora como consecuencia de los trabajos estacionales en el campo. La población activa de Mazarrón se repartirá entre las tareas agrícolas, que ocupan tanto a hombres como a mujeres, y la construcción, consecuencia del 'boom' turístico al que se asiste en el municipio, sobre todo a partir de los años 70'. Este auge turístico generará la edificación y urbanización de grandes espacios. Del mismo modo, la construcción de comercios, restaurantes, bares o zonas de ocio y recreativas, proliferarán ahora para sucumbir a las necesidades turísticas del municipio. La pesca, aunque suponga una de las principales actividades de la zona, no supera en importancia de ocupación a los sectores mencionados anteriormente. Puede decirse que la Mazarrón que surgió tras la crisis de comienzos de siglo se cimenta sobre las bases de una producción agrícola fuerte y de la expansión turística, que trae hasta estas tierras a gran número de personas, nacionales y extranjeras, durante el año.