Los primeros indicios de población: la cultura íbera
La existencia de un asentamiento prehistórico en el municipio de Alcantarilla está atestiguada, en un principio, por la aparición de una serie de restos, que parecen corresponder a una necrópolis íbera. Fueron encontrados en la calle Hurtado Lorente y están representados por un oinokoe de origen griego, decorado con figuras rojas (cerámica con decoración representando pasajes de Hércules) sobre fondo negro. También se hallaron una gran cantidad de cerámicas, predominantemente íberas.
El problema aparece para situar el posible poblado adscrito a la necrópolis. Estos asentamientos requerían la proximidad de una fuente de agua (recurso cercano debido a la presencia de los ríos Sangonera y Segura) y exigía una defensa más efectiva, con un emplazamiento en alto. Así, cabría suponer que la población en esta época podría estar en el Cabezo del Agua Salada, que ofrece restos de un asentamiento ibérico desde el siglo V a. C. Existe la posibilidad atípica de un asentamiento en llanura. Sólo se explicaría esta hipótesis por que coincidiera con un cruce de caminos entre la costa y el interior. No obstante, no existen pruebas de otros asentamientos en el área posterior al siglo III a. C. Es factible que con la llegada de los cartagineses, la zona sufriera un abandono temporal, lo que explicaría la ausencia de materiales hasta el siglo I a. C.
El escaso aprovechamiento de Alcantarilla por los romanos
Poco se sabe de esta etapa en el municipio de Alcantarilla, si bien los restos cerámicos que han aparecido ofrecen la posibilidad de la existencia de una villa romana. Esta teoría se ve reforzada por el hecho de ser un lugar de paso, lo que explicaría la aparición de cerámicas de Sagunto y monedas romanas. Aún así, no sería descartable el hecho de que se mantuviera una pequeña aldea en el área, continuadora del asentamiento prerromano, si bien no existen datos suficientes para corroborarlo. Según algunos autores, parece ser que pudo existir una calzada romana cercana a Alcantarilla, que uniría Carthago Nova con las termas de Archena, entroncando más allá con la ruta de penetración a Castilla. Entre los siglos III y XII d. C. no aparecen datos que atestigüen la presencia de un poblamiento en la zona.