La situación geográfica de la cuenca del río Mula, encajada entre las sierras de Espuña, Ricote y Cambrón, determina la Historia de esta ciudad desde sus primeros asentamientos. El paisaje, rico en contrastes, presenta la alternancia de fértiles huertas de la vega del río y los abruptos parajes kársticos sin vegetación. La presencia del hombre en la comarca del Río Mula tiene su más antigua constatación en la Cueva de Antón, con restos del Paleolítico Medio, seguido en importancia por el yacimiento de la Cueva del Búho, datado en el Magdaleniense Medio, periodo correspondiente al Paleolítico Superior (12.000 a.C.).
Neolítico en Mula
Esta etapa se caracteriza por la aparición de la agricultura, el pastoreo y, como consecuencia de ello, la sedentarización. Surge también el fenómeno urbanístico y el invento de la alfarería. La comarca de Mula presenta abundantes restos de esta época, debido a un progresivo aumento de la población. Los poblamientos se localizan en zonas montañosas y cercanas a corrientes fluviales. El Abrigo del Milano es un típico asentamiento neolítico, alberga enterramientos y pinturas rupestres con escenas de caza. La cerámica cardial, decorada con conchas, es uno de los hallazgos más habituales en yacimientos de la época. En el Hondo del Cajitán se han encontrado múltiples cerámicas impresas. Lo curioso de este emplazamiento es que está situado en una llanura y no en una cueva, como era habitual en el momento.
El periodo argárico en Mula
Los asentamientos del mundo argárico solían situarse en cerros con altura y puntos de agua cerca. La cronología de esta cultura se sitúa entre los años 1.700 y 1.100 a. C., y se da con profusión en todo el Sureste peninsular. En la comarca de Mula se encuentran yacimientos como los del Cabezo de la Plata, Castillo de La Puebla, Cabezo Inés, Almoloya y Cabecico de los Tesoros. El hombre argárico conoce la minería de extracción y la fundición de minerales, como demuestran los objetos hallados. El rito de enterramiento también es característico: el difunto aparece enterrado en posición fetal dentro del poblado o de la propia vivienda. Los restos aparecen de diversas formas: cistas, tinajas y tumbas en fosa. Entre la etapa del Argar y el mundo ibérico se extiende un periodo muy poco documentado en Mula.
Los íberos en el Cigarralejo
La cultura ibérica se puede enmarcar entre los siglos V y II a.C. Por tanto, son muchos los contactos que estos pueblos mantuvieron con sus vecinos de otras riberas mediterráneas: fenicios, griegos y púnicos, quedando vestigios de estas relaciones. A partir de su descubrimiento, en los años 40' del siglo XX, el arquitecto y arqueólogo Emeterio Cuadrado estuvo trabajando en el yacimiento del Cigarralejo. En sucesivas campañas se extrajeron cientos de materiales, reuniéndose una magnífica colección de cerámica y armamento ibérico.
El descubrimiento del Cigarralejo fue casual. Se tenían indicios de la existencia de un santuario por el hallazgo de una estatuilla, y se estaba excavando una villa romana del siglo II a.C., cuando bajo el empedrado de un patio se hallaron en una oquedad los restos de 172 equinos y algunos objetos (figuras femeninas, guerreros, anillos, collares, brazaletes). Lo que se había hallado era un santuario dedicado a una divinidad 'potnia-hippon', encargada del cuidado de los caballos. Sus piezas más significativas se exhiben en el Museo del Cigarralejo de Mula. El yacimiento del Cigarralejo está compuesto por poblado, necrópolis y santuario:
-El Santuario: situado a unos 2 km. de la actual población de Mula, se asentaba sobre un cerro situado en la margen derecha del río Mula. Tenía una planta, aproximadamente, rectangular con una calle que lo recorría a lo largo, a modo de eje axial. Sus lados Norte y Sur estaban cortados de manera vertical, lo que dotaba al edificio de inaccesibilidad, así como de una visión dominante del entorno. Una rampa permitía subir por el lado Este, al conjunto sacral, a la vez que lo ponía en comunicación con el área del poblado. La conocida como habitación de la Favissa (ocultación ritualizada) contenía en su interior los mencionados restos de caballos, las estatuillas votivas y pequeñas alhajas. Su destrucción y abandono tuvo lugar hacia el s. II a.C.
-La Necrópolis: se hallaron 547 tumbas, de las cuales se han podido documentar los ritos funerarios del mundo íbero. El enterramiento consiste en una pequeña fosa en la que se coloca la urna con las cenizas, encontrándose las tumbas en capas superpuestas. El cadáver debió ir vestido con traje o sudario, ya que se encontraron restos de tejidos carbonizados. Aparecen junto a los restos mortales alhajas u objetos de adorno, como: anillos, fíbulas, brazaletes, broches de cinturón y algunas armas. Tras la incineración del cadáver se depositaban las cenizas, los restos de huesos y el ajuar en la fosa cineraria, se tapaba con tierra o con barro amarillo, que también se utilizaba para rellenar los huecos de la fosa o nicho, o formando una capa bajo el empedrado de cubierta.
-El poblado: se situó en un collado, entre dos bancos rocosos, quedando inaccesible por sus lados Norte y Este. Es el punto en el que se sitúa la conocida piedra plomera, en el extremo septentrional de la sierra. De los tres núcleos del yacimiento del Cigarralejo fue el menos estudiado en el momento de su descubrimiento.