Los comienzos
La identificación de Begastri con los restos conservados en el Cabezo de la Muela o Cabezo Roenas no fue algo evidente hasta finales del siglo XX. Las ruinas romanas en Begastri son conocidas desde antiguo. Ya a mediados del siglo XVII Martín de Abel y Bernard hablaba de restos edilicios de cierta entidad en el Cabezo (también llamado de La Muela). La epigrafía de la ciudad, hoy bien conocida por ser la más numerosa de la Región después de Cartagena, ya despertó la atención del mencionado Martín de Ambel, y en el siglo XVIII Fray Pablo Manuel Ortega recogió noticias sobre inscripciones begastrenses en su Chorografía.
Lento descubrimiento
Joaquín Lozano creía que se encontraba en la provincia de Alicante (concretamente en la población de Bigastro, que sin embargo es una fundación moderna que debe su nombre a la pasión erudita). Un gran historiador como el Padre Flórez no sabía más que se encontraba en algún lugar impreciso del sureste peninsular. Otra autoridad como el licenciado Cascales, siguiendo el controvertido Cronicón de Máximo Cesaraugustano, identificó erróneamente Murcia con Begastri. Si bien es cierto que fue ya en 1878 Aureliano Fernández Guerra quien se atrevió a localizar la ciudad de Begastri en las inmediaciones de Cehegín basándose para ello en la documentación epigráfica (y concretamente en la célebre lápida hallada en el mismo cabezo y que alude a la Respublica Begastrensi). La identificación de Murcia y Begastri llegó hasta bien entrado el siglo XIX, como muestra la historia de Caravaca escrita por Marín de Espinosa en 1856, y la polémica periodística por la capitalidad de Murcia.
Identificación de la ciudad y el inicio de las excavaciones
La ciudad resurgía de nuevo, pero su nombre y su devenir a lo largo del tiempo habían desaparecido, hasta que en 1878, Don Aureliano Fernández Guerra, con su excelente obra Deitania y su cátedra episcopal de Begastri, localizaba la ciudad a través del hallazgo de una epígrafe en las inmediaciones del cabezo en el que se podía leer RES PVBLICA BEGASTRENSIVM. Sólo la evidencia de un hallazgo arqueológico incontrovertible, como lo fue éste, permitía suponer que la ubicación de Begastri estaba dentro de los límites de Cehegín, cosa que se vio confirmada con las excavaciones arqueológicas de 1984 emprendidas por A. González Blanco.