La Romanización de Begastri
En el siglo II a.C. llegan los romanos y comienzan a fundar una serie de asentamientos rurales en las márgenes de los ríos, como son las villas de Gilico, del Bancal de la Tejas, del valle del Paraíso, de Betania o de Canara entre otras.
La superior tecnología y organización romana hace que en poco tiempo se adopten las nuevas formas, lo que no impide que ciertas costumbres más arraigadas permanezcan durante siglos, y así la religión tradicional se sigue practicando al margen de la oficial del estado. Prueba de ello es la Dama de Cehegín que en pleno siglo III representa a una dama de tipo oferente como las de 500 años antes o también la cerámica de tradición ibérica se utilizaba junto a la sigillata romana.
La epigrafía evidencia que Begastri, centro neurálgico de la comarca, aunque no más que una pequeña ciudad del interior de Murcia, fue primeramente un municipio romano. La inscripción documentada por Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX alude a un municipio o Res Publica que goza por tanto de la ciudadanía romana. En qué momento le fuera concedido el derecho romano es algo que ha suscitado polémica, si bien seguramente debió ocurrir como consecuencia de la Constitutio Antoniniana del 212 d.C., es decir, a resultas del decreto del emperador Caracalla que concedía la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio.
De este período son algunas de las obras más representativas que el Cabezo Roenas nos ha proporcionado, tanto en obras escultóricas (aras, estatuaria mayor, sarcófagos), y muestras de la vida cotidiana, como en restos inmuebles (murallas y mosaicos).
El hallazgo de fusayolas cónicas y discoidales, pesas de telar, punzones, glandes de plomo, flautas, dado de marfil, botones y terracotas con forma de cabeza de mujer, etc.; unidas a esas vajillas en terra sigillata importadas, en sus diferentes tipos: itálica, sudgálica e hispánica, que refleja un momento de evidente esplendor económico y comercial de los pobladores del Cabezo de Roenas y una sociedad urbana que también tenía tiempo para momentos lúdicos, labores cotidianas y para rendir cultos domésticos.
Otros hallazgos se refieren más a la vida pública o religiosa, con los fragmentos escultóricos o epigráficos de buena factura.
En Begastri se han documentado fragmentos escultóricos, torsos femeninos, fechables en los siglos I y II que podrían ser testimonio de algún taller local (se trata de trabajos de mediana calidad). Pese a la aparente sencillez de las esculturas, lo que anima a pensar que estamos ante manifestaciones artísticas locales, estos ejemplos atestiguan la difusión de los modelos clásicos y son por tanto un importante testimonio de romanización en el interior de Murcia. Durante el Bajo Imperio el destino de estas esculturas fue el de su amortización y eventual reempleo en las obras defensivas de la ciudad.