El ámbito laboral constituyó durante los siglos XVIII, XIX y XX la esencia de la vida cotidiana para las familias de agricultores, ganaderos y artesanos de la Región de Murcia. Día a día, de sol a sol y luchando contra las inclemencias meteorológicas, trabajaban sin descanso con el fin de obtener recursos que paliaran la difícil economía del hogar.
Los oficios que hacían funcionar el engranaje rural se convirtieron a lo largo del tiempo en el pilar básico de la economía en el campo.
La agricultura resultó un elemento determinante como base sobre la que sustentar el bienestar social. Las labores agrícolas estaban supeditadas al calendario ya que cada época del año quedaba destinada a la realización de una actividad (siembra, riegos, barbecho, recolección, etc.). También los perfiles profesionales en el campo eran muy estructurados pues colaboraba toda la familia, desde los niños a los abuelos.
Existía una profunda división social, diferenciando claramente los pequeños propietarios de la tierra llamados labradores o campesinos, los grandes terratenientes, y los jornaleros encargados de trabajar terrenos ajenos bajo la supervisión de un señor al que tenían que rendir cuentas al finalizar el año.
El catálogo de útiles empleados en el mundo campesino es interminable. Muchos fueron los aperos con los que se trabajaba la tierra a mano o se usaban con los animales en las faenas. A modo de ejemplo mencionar el arado común (romano o de vertedera), azada, azadón, legón, picaza, hoz o trillo. Todo este herramental permaneció inalterable durante siglos hasta la llegada de la mecanización.
Otro aspecto de vital importancia dentro del ámbito laboral fue la ganadería, tanto el mantenimiento de rebaños para su venta en mercados o ferias como la cría de animales para uso doméstico.
Las grandes cabañas ganaderas murcianas han encontrado en la dureza del clima mediterráneo y la escasez de pastos un impedimento para su total desarrollo. Por sus características, adaptación al medio y aprovechamiento en la región se asentaron ganaderías caprinas, ovinas y porcinas.
Los animales de tiro aportaban la bravura y la fuerza para poder trabajar las tierras a lo largo del ciclo agrícola. Por otro lado, éstos eran los encargados de transportar interminables cargas a través de caminos, cañadas y veredas. La cabaña doméstica estaba formada por ovejas, cabras, gallinas, gallos, pavos o conejos.
Un gran número de artesanos salpicaban ciudades y pequeñas poblaciones realizando a mano elementos relacionados con la vida en el campo. Alfareros, ceramistas y especialistas en el trabajo con la madera o el metal, elaboraban piezas con materias primas de la zona y de cuya funcionalidad se aprovechaban las familias de agricultores y ganaderos. La Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX supuso un punto de inflexión en el trabajo de estos maestros ya que comenzaron a valorarse como objetos de calidad sus creaciones por encima de los productos resultantes de la fabricación en serie.
El patrimonio textil constituye otro de los elementos imprescindibles dentro del ámbito laboral. Cada atuendo fue creado y destinado para una circunstancia y un momento determinado, influyendo el clima, el nivel económico o su uso.