Continuando por la pista forestal, ésta se divide en dos, debemos coger la de la izquierda, la de la derecha nos llevaría hacia Hoya Alazor, hasta que esta cruza con un tramo en cementado de la cabecera del Barranco del Cantalar.
Las laderas de este rincón también presentan esbeltos pináculos dolomíticos de gran belleza y por ellas se intuyen diversas sendas por las que se puede subir hasta la cumbre de Villafuerte (P-9). Hay una senda que discurre por la ladera oeste de la cumbre, bajo la cual se encuentra la envasadora del Cantalar, las imágenes son impresionantes y sobrecogedoras por la altura y peligro que tiene este corto tramo. Pronto la senda pierde su peligro y entra en una hermosa depresión, limitada por el sur, por una ladera plagada de pinos, formada por dolomías, y posiblemente margas recubiertas con potentes suelos, y por el norte, por el impresionante escarpe de Villafuerte, formado por calizas que han sufrido procesos kársticos.
La depresión se debe, probablemente, a un cabalgamiento que superpone las dolomías, más antiguas y topográficamente más elevadas, a las calizas más modernas.
Desde el vertiginoso escarpe, a 1703 m de altura, se observan todos los recorridos que se proponen: al este Arroyo Blanco-Puntal del Francés-Collado de las Polladas y al oeste la subida al Cantalar. Además las vistas son magníficas para, con ayuda del mapa geológico, poder enriquecernos de sabiduría geológica del entorno del Calar de la Santa-Sierra del Zacatín, de la Rogativa-Cuerda de la Gitana (límite de Moratalla con Albacete), de Revolcadores, de la Sagra, etc.
El ser humano siempre ha buscado entornos de la geodiversidad que le fuesen propicios para vivir y para defenderse de sus enemigos, éste, pese a las gélidas noches de invierno, fue uno de ellos. Todavía hoy día esta cima mantiene un antiguo topónimo, Villafuerte, que evoca pretéritos usos tradicionales de la diversidad geológica.
Efectivamente aquí hay restos de época tardo romana y visigoda, de entre los siglos IV y VII de nuestra era, que diversos estudios lo ha reseñado como un poblado minero. Consisten en restos de una muralla que limitaba el sur y este, la zona más vulnerable, medio centenar de edificaciones y escasos fragmentos de cerámica.
Subiendo por un pequeño barranco, dentro de un bosque de pinos lauricios, se llega a la muralla, una pequeña antena derruida, nos indica la senda por la que podemos bajar hasta la base del barranco del que partimos. En el cauce del barranco continúan las formas caprichosas de las dolomías y su cauce está tapizado por arenas blancas generadas por la disgregación de una dolomías de color blanco, oquerosas y que recuerdan a los terrones de azúcar, de ahí que se adjetiven como sacaroideas (P-10).