P-1. Cantera de piedemonte
A 900 metros del camino que asciende hacia el Cantalar, desde que termina la carretera, encontramos una cantera de gravas de color rojizo, un recurso geológico que los canteros denominan zahorra. Se trata de un piedemonte, una acumulación de sedimentos generada por la erosión de las laderas de la sierra. En los taludes de la cantera se aprecian detalles geológicos de interés didáctico:
• Diferentes tamaños de grano de los sedimentos, que indican diferente energía de los episodios de erosión y acumulación.
• Niveles blancos intercalados por precipitación de carbonato cálcico en los límites de materiales con diferente permeabilidad, que forman costras calizas también denominados caliches.
• Raíces que tienen una distribución horizontal, debido a la mayor acumulación de agua, variación de la dureza de los sedimentos y/o contenido en materia orgánica de algunos de los niveles de sedimentos.
• Suelos que han sido enterrados por sedimentos de avalanchas más recientes.
P-2. Abanico aluvial del Talón
Una vez pasado el cruce con otra pista forestal, a 1,4 km desde el inicio, se recomienda pasear por el primer camino que hay a la izquierda y que llega hasta la base del Barranco del Cantalar. El camino discurre principalmente por margas cretácicas y nos permite ver una magnífica panorámica de la ladera oeste del Cerro del Talón. Esta ladera, con más de 100 m de altura y mayoritariamente de margas, está coronada por varios metros de rocas rojas detríticas (conglomerados, arenas y lutitas) depositadas en conos de deyección de antiguos torrentes, posiblemente hace algunos millones de años, en el Plioceno. En sus paredes verticales se observan estratos discontinuos que se entremezclan unos con otros debido al depósito de sedimentos en canales anastomosados. Se trata de una formación geológica generada por un extenso abanico aluvial que corona varios cerros del entorno. Desde este camino también hay buenas panorámicas del anfiteatro geológico del manantial del Cantalar.
P-3. Cabalgamiento del Cerro de la Molinera
Un segundo camino, a 1,8 km, por un frondoso bosque nos lleva de nuevo a la base del Barranco del Cantalar. Cuidado con el borde, porque en algunos tramos, el camino pasa por el filo de una alta ladera margosa, casi vertical. Este camino discurre mayoritariamente por estratos de margas y margocalizas tableadas con algunos ammonites, sobre las que en ocasiones se han formado suelos de umbría, evolucionados, con algunos ponentes horizontes A, e incluso B (mollisoles y cambisoles). El camino termina en una zona donde bruscamente cambia la litología y el cauce del Barranco del Cantalar se convierte en un pequeño pasillo, casi intransitable. Aquí aparecen por primera vez calizas de color gris que forman un importante escarpe, y que genera la cima del Cerro de la Molinera. Este estrato vertical está esculpido con caprichosas cavidades, y en su base tiene depósitos de canchales.
Estas rocas se superponen a las margas que hemos visto previamente y a rocas blandas también rojizas con yeso del Triásico. Estamos en la base, de un didáctico cabalgamiento que se extiende varios kilómetros en dirección noreste y que superpone rocas del Jurásico inferior y del Triásico, sobre otras más modernas, cretácicas.
El contacto de las rocas calizas permeables con las margas impermeables ha dado lugar a surgencias de agua que hacen que en esta zona el barranco tenga una exuberante vegetación y sea muy difícil continuar andando por su cauce.
P-4. Altos fondos submarinos
Continuando por la pista forestal, enseguida encontramos un cambio litológico (2,4 km); de margas masivas, cretácicas pasamos a calizas grises, a veces con sílex, y rojas. En estratos casi verticales, muy bien definidos y de poco espesor, a veces con ammonites. Estas rocas nos permiten contar aquí la historia geológica del Jurásico medio de la Región de Murcia, de hace más de 145 Ma, pues sus características litológicas nos indican que fueron rocas que se formaron en altos fondos submarinos ricos en oxígeno, con importante fauna de cefalópodos, cuando la corteza terrestre se estaba estirando y compartimentando en surcos y umbrales submarinos.
Vease: El Jurasico
P-5. Cima del Cerro de la Molinera, falla y cantera
A unos trescientos metros de la parada anterior (2,7 km desde el inicio) frente a una cantera, a la izquierda, podemos ascender fácilmente hasta la cima del Cerro de la Molinera. Desde arriba hay unas magníficas vistas de la cabecera del Barranco del Cantalar. La cima de este cerro está formada por las mismas calizas de la cúspide de Villafuerte, están muy verticales, incluso replegadas, en ellas se pueden identificar pequeños fenómenos de disolución kárstica y canchales.
De nuevo en la pista, no debemos perdernos lo que nos ofrece el frente de la cantera de áridos dolomíticos. La roca que extraían es una roca blanca y muy fracturada, una brecha dolomítica del Triásico superior-Jurásico inferior, son las dolomías que forman gran parte de los relieves de la sierra de Villafuerte (denominada por los geólogos Formación Gavilán). Quizás uno de los más didácticos contenidos geológicos del lugar son las fallas que hay en ambos taludes de la pista forestal, todavía hoy día se conservan algunos retazos de los espejos de falla, que contienen, bien conservadas, estrías verticales originadas por la fricción de los bloques de la falla.
P-6. Los frailes dolomíticos
La constante subida por la pista forestal se olvida pronto al ver el surrealista paisaje dolomítico de la cabecera del Barranco del Cantalar (2,7-4 km). Es la razón de ser de este importante lugar de interés geológico de la Región de Murcia. Está formado por numerosos y magníficos pináculos de dolomías, algunos de decenas de metros, que la naturaleza, desde hace miles de años, está esculpiendo caprichosamente. Esculturas naturales algunas sin formas definidas, otras que recuerdan a grandes frailes (así los denominan las gentes del lugar), a dedos erguidos, a prehistóricas almenas, a los moais de la Isla de Pascua… Junto a la pista y llevando cuidado, podemos bajar por un barranco y dar un corto paseo por parte de este laberinto dolomítico. Será un placer para los sentidos que ayudará a cumplir el deseo de fotografiar, y fotografiarse, con estos aislados y elegantes caprichos de la Gea.
¿Por qué se han formado estos relieves? Para responder a esta pregunta hay que nombrar varias causas posibles:
• Origen de las rocas, mineralogía y textura. Son rocas carbonatadas, formadas entre los 199-208,5 Ma en ambientes de una plataforma marina somera afectada por mareas. A veces poco comunicadas con mar abierto, en ambientes muy salinos que dieron lugar a rocas laminadas por algas y con muchos huecos,las carniolas. A veces en ambientes más abiertos de alta energía, que originaron una textura brechoide y arenosa. La dolomitización diferencial de las rocas por diagénesis generó zonas más dolomitizadas y cementadas que resisten más la erosión que las que no lo están.
• Estratificación y pliegues. A veces aparecen intercalaciones de rocas menos duras como arcillas de color rosado, más fáciles de erosionar. Aunque en general están mal estratificadas, se constata que muchos de estos pináculos están alineados. Son restos más resistentes de estratos verticales parcialmente erosionados, e incluyo afectados por grandes pliegues, como el que se intuye en la ladera oriental del manantial del Cantalar.
• Tectónica. Las numerosas alineaciones tectónicas existentes en la zona; diaclasas, fallas y cabalgamientos, influyen debilitando la rocas y favoreciendo la erosión, pero además estos grandes cabalgamientos previamente han triturado las rocas, generándoles una textura brechoide y/o sacaroidea, rocas que se denominan tectonitas, haciéndolas más vulnerables a los agentes atmosféricos.
• A casi 1400 metros de altura a la que está este lugar de interés geológico, la gravedad, el agua, el viento, los cambios bruscos de temperatura, la nieve y el hielo, son las herramientas que la naturaleza utiliza para generar estos profundos barrancos y sus peculiares geoformas.
P-7. Incendios del pasado
Continuando por el camino entre 3,4-3,8 km vemos en el talud derecho del camino piedemontes, intercalaciones entre las dolomías de arcillas rojas, depositadas posiblemente en ambientes deltaicos. Un pequeño plano de falla de color rosado y un suelo que contiene un pequeño nivel enterrado de cenizas, producido por un antiguo incendio.