El origen de los depósitos de sal en el interior de la Región de Murcia está directamente relacionado con la geología regional y se remonta al período Triásico superior, hace casi 200 millones de años, aunque el inicio de su explotación se acerca hasta época romana.
La costa murciana está salpicada por numerosas y conocidas salinas que aprovechan el agua del mar para la explotación salinera, pero también existen tierra adentro saleros o salinas de interior, pozos de aguas saladas o aguas muertas que han llevado la sal con más facilidad a las tierras de sus alrededores.
La sal es en la actualidad un condimento prácticamente indispensable en la alimentación, pero hubo un tiempo en el que su principal aportación a la gastronomía era su poder de conservación de productos perecederos como la carne o el pescado. Así, durante la Edad Media, musulmanes y cristianos utilizaron las salinas de interior para extraer este bien. Historiadores peninsulares como Al Razí dejaron escrito que en España era abundante la “sal marina, salinas de tierra y de sal gema”. Ya en el siglo XIII, estando el Reino de Murcia en manos de Alfonso X el Sabio, las salinas pasaron a ser propiedad de la corona que incluso situó grandes guarniciones defensivas en las más importantes. Desde la Casa Real se encargaban de evitar posibles robos, pero también vigilaban los límites de producción y la creación de nuevas salineras con el fin de mantener o controlar el precio de la sal. Estos beneficios se anularían tras la desamortización de mediados del siglo XVIII, cinco siglos después. En algunas de las edificaciones relacionadas con la infraestructura salinera aún es visible esta influencia Real ya que en las salinas con mayor producción existen edificaciones con un tamaño superior al de los propios almacenes de sal, se trata de departamentos que eran usados por las guarniciones militares.
Una parte importante de estas salinas de interior pasaron a manos privadas y estuvieron en activo hasta el siglo XIX pero únicamente con carácter artesanal y familiar, a veces tan sólo para un mercado local de cara a aprovecharla para salazón, conservación de alimentos, piensos, sanidad del ganado, productos lácteos, consumo humano y otros usos como evitar el hielo en vías y carreteras.
En la actualidad tan sólo 3 de estas explotaciones siguen en funcionamiento, son las Salinas del Cabezo de la Rosa y del Salero del Águila en Jumilla, así como las Salinas de Molina en Molina de Segura.