El Valle, como espacio natural cercano de los murcianos, es una franja de sierras prelitorales al sur de Murcia. Modelan, vertebran y definen este territorio varios valles, de cauces mayoritariamente secos, aunque –en algunos con tramos– con agua circulante de forma intermitente: Rambla del Cigarrón, Rambla del Puerto, Rambla del Valle, Barranco del Sordo, Rambla de los Serranos, las ramblas de Los Villares y Rambla del Garruchal.
Se da la particularidad que, en El Valle, cualquier roca o monte elevado de la vertiente norte es buen mirador a la ciudad de Murcia y su Huerta. Así que, desde improvisada o existente atalaya, son espectaculares panorámicas y atardeceres.
También concurren en El Valle numerosos vestigios de la historia de la Región y ciudad de Murcia, son los restos de un santuario ibero, basílica tardorromana, fortalezas árabes y fortificaciones de la Guerra Civil Española (trincheras y casamatas o nidos de ametralladoras).
Es decir, que como se ha relacionado, puede disfrutarse de paisaje e historia, además de naturaleza y –en concreto– de flora y vegetación, en cada mañana, tarde o día completo en el Parque Regional, sólo bastan unas pocas horas y algo atención a cada paso.
Visitar la Cresta del Gallo y La Panocha, famosa gran roca de Murcia y escuela de escaladores, permitirá impresionantes vistas, a Murcia, al Paisaje Lunar, al Campo de Cartagena y al sur de Alicante. Una corta ruta por la senda de los Carpi nos ofrecerá silencio (al llegar a la vertiente de solana), disfrutar de un belén montañero en Navidad y observar zapaticos de la Virgen (Sarcocapnos enneaphylla) y un denso matorral de coscojas (Quercus coccifera), palmitos (Chamaerops humilis) y acebuches (Olea europaea var. sylvestris), cubiertos de abundantes zarzaparrillas (Smilax aspera), en la umbría, a la vuelta al aparcamiento del área recreativa, al poco de haber atravesado –prácticamente casi por su interior– a las grandes rocas de la “cresta”.
Por otro lado, terminar una ruta, de varias posibles, en El Relojero, el vértice geodésico y punto más elevado de El Valle, con 604 m s. n. m., ofrece contemplar desde lo más alto al bosque repoblado de pino carrasco (Pinus halepensis) en su pleno esplendor, y al sotobosque tapizado de pastizales de lastón (Brachypodium retusum), hábitat de interés comunitario prioritario, salpicado en este punto concreto a finales de abril de frecuentes linos azules (Linum narbonense). En este lugar, si nos fijamos bien entre “las antenas” de El Relojero, muy cerca de la garita de vigilancia contra incendios del Cerrillar, podremos identificar la estación meteorológica automática de la Asociación Meteorológica del Sureste (AMETSE), del proyecto Climascoy, que también cuenta con un jardín meteorológico en El Valle, en la Casa Forestal El Sequén, ubicado entre una encina y un ciprés de Cartagena, plantados por ANSE en la década de los ochenta. De tal forma que los datos que recopila y los estudios que desarrolla AMETSE permiten y permitirán conocer mejor la climatología local de estas sierras y valles cercanos a Murcia, y de este modo igualmente a su flora y vegetación, tanto pretérita como actual, y las posibles tendencias y variaciones futuras.
Tampoco puede faltar, si de lo que se trata es de subir a elevaciones destacadas, el corto ascenso pero de fuerte pendiente al Cabezo del Puerto, que finaliza entre los muros del que se ha indicado como panteón de los emires árabes reyes de Murcia. El recorrido discurre por un sotobosque diverso, con orquídeas y numerosas setas en los días propicios del otoño, al igual que en los márgenes del Arroyo (o rambla) del Puerto de la Cadena, al pie de la silueta del cabezo. Este río temporal, con cauce intermitente, pero incluso por tramos con agua en los veranos más secos, alberga numerosas sorpresas botánicas de camino a sus pozas y pequeñas cascadas, por ejemplo la rara orquídea Orchis champagneuxii, y setas comestibles y muy apreciadas, como los guíscanos (Lactarius sanguifluus) y negrillas o ratones (Tricholoma terreum).
Como El Valle no es sólo un monte público, sino una franja de sierras prelitorales, y si el esfuerzo de coronar las tres cimas anteriores ha parecido insuficiente, puede ascenderse al Puntarrón, una gigante roca rojiza que se levanta en el mismo Puerto del Garruchal. La dura cuesta de subida está flanqueada por matorrales de escobillas (Salsola genistoides) con abundantes pijos de lobo (Cistanche phelipaea). Y en las margas al pie del Puntarrón, en los taludes de las cárcavas y carretera, será fácil observar en invierno al endemismo collejón de los Garres (Moricandia moricandioides subsp. pseudofoetida), en su localidad clásica, hasta sin bajarse del coche, y bajo el lastón de las umbrías al helecho con apariencia de musgo Selaginella denticulata, prácticamente pegado al suelo. Desde el Puerto del Garruchal a la solana de la Cresta del Gallo se encuentra el Paisaje Lunar, donde se ha detectado la mata de efímera floración Argyrolobium uniflorum, muy escasa en el continente europeo.
Si por el contrario el Parque se visita en familia, con niños, es importante conocer que el entorno del Vivero Forestal, las áreas recreativas (El Valle, Los Pájaros, Albergue, etc.) y edificios religiosos (Santuario de la Fuensanta, Eremitorio de la Luz), en zonas de uso público intensivo, son –curiosamente– lugares de abundantes orquídeas y bulbosas. En una buena (lluviosa) primavera y también en un buen otoño podrán observarse en floración numerosas especies; pero siempre sin cortarlas, igualmente con mucho cuidado de no pisarlas, sin dejar nada de basura, ningún resto o signo de nuestra presencia, por mínimo que sea.
En la periferia norte de la sierra, cuando acaba la montaña, empieza –casi inmediatamente– la Huerta de Murcia, salvo en los campos entre El Palmar y Sangonera. Cultivos de algodones, tomillos y mieses en mayo y junio, y antes –desde febrero a abril– y entonces –también– intensamente floridos, poblados de numerosas compuestas, algunas ciertamente escasas o singulares: Volutaria tubuliflora, Centaurea eriophora y C. nicaeensis. En esta zona los cielos están recortados por habituales siluetas de altas palmeras y viejos eucaliptos, entre los que destaca el gigante y monumental caliptro del Mayayo, cuyas enormes dimensiones –las del árbol más grande de la Región– se apreciarán si nos acercamos a su tronco, por lo que es imprescindible visitarlo y conocerlo.
Para finalizar otras dos zonas de El Valle. Por el norte la Umbría de los Lages, con roquedos, pastizales y bosque de origen natural, reciente y posterior a las repoblaciones; un rincón casi desconocido de elevados valores naturales y sobre todo florísticos, que ha sido propuesta como Microrreserva botánica. Por el sur, fuera del Parque, los subdesiertos de Murcia y los campos de Lo Pareja, en el Puerto de la Cadena, entre El Valle y Los Villares del Puerto, una cuenca margosa de paisaje modelado por abarrancamientos y cuestas, sin duda, un enclave con diversidad vegetal excepcional, merecedor de la protección que no se le ha otorgado.
Por último, sólo queda añadir que los lugares de esta página, y muchos más, y las plantas citadas, y muchas otras, recopilados en este conjunto de reportajes integrados en “Descubre el Parque Regional El Valle”, pueden localizarse a través de las sendas y recorridos que marcan y por los que guían al senderista, y a su vez al naturalista que busca plantas, Pepe Tárraga y Ángel Ortíz, en sus libros Senderos señalizados del Parque Regional El Valle y Carrascoy y Excursiones por el municipio de Murcia, respectivamente, fundamentales en toda biblioteca.
José Antonio López Espinosa