Alhama: fortaleza musulmana en el Guadalentín
Las primeras noticias sobre Alhama de Murcia hacen referencia ya a sus aguas, como el relato del musulmán Ibn Hayyan, que menciona una expedición cordobesa en el año 896 por la actual Región de Murcia. En ella se habla del lugar de Ayn Saytan o Fuente del Diablo, situada por el cronista entre Murcia y Aledo, que por la situación geográfica debe corresponder a Alhama. En la segunda mitad del siglo XI el geógrafo Al-Udri menciona Laqwar.
El origen de la actual población se sitúa en el siglo XI. Así pues, el geógrafo árabe Al-Idrisi, en su crónica del siglo XII, llama a Alhama Hisn al-Hamma (Castillo del Baño). La propia etimología árabe de la palabra Alhama nos habla de las aguas termales. Otra noticia referida a la Alhama islámica nos ha llegado a través del conocido panegirista almohade Ibn Sahib al-Sala. Nos cuenta que en las llanuras próximas a la localidad tuvo lugar, en 1165, una escaramuza entre las tropas del emir murciano Ibn Mardanish (el 'Rey Lobo') y las del sayyid almohade Abu Hafs. Los almohades salieron victoriosos teniendo que huir el 'Rey Lobo' a la ciudad de Murcia.
Además de los hallazgos cerámicos, los restos de construcciones islámicas más relevantes tienen que ver con el Castillo de Alhama, levantado en el siglo XII (período de dominación almohade), aunque se supone que se apoya en cimentación de origen romano. La importancia de esta fortaleza es aún mayor dada la inseguridad fronteriza del reino de Murcia durante la Baja Edad Media.
Inseguridad y frontera en la Alhama medieval cristiana
Alhama abrió sus puertas pacíficamente a los castellanos, de acuerdo a lo estipulado en el Tratado de Alcaraz (1243). Sin embargo, al estallar la sublevación mudéjar (1264-1266), la población local la secundó de inmediato. Este hecho se explica porque el estratégico castillo alhameño era clave en las comunicaciones de Murcia con Lorca y Granada. Por este motivo se convirtió en objetivo esencial de los musulmanes granadinos, encargados de mantener viva la llama de la insurrección.
Alhama reaparece en las crónicas a raíz de la intervención de Jaime I 'El Conquistador', Rey de Aragón y suegro de Alfonso X de Castilla y León, para sofocar la revuelta en el reino de Murcia en 1266. De hecho, en Alhama tuvo lugar una de las escasas confrontaciones importantes de toda la campaña militar. Las tropas cristianas interceptaron y rechazaron una columna granadina, que marchaba en socorro de la ciudad de Murcia. Tras la pacificación del territorio, Alhama quedó como villa de la Corona de Castilla. Pero en 1298 el monarca aragonés Jaime II ocupa la fortaleza, que volverá a manos castellanas por medio de la Sentencia Arbitral de Torrellas-Elche (1304-1305). En cuanto a la repoblación cristiana destacó la llegada de catalanes, si bien por esas fechas la población seguía siendo escasa y predominantemente mudéjar (musulmanes que vivían en territorio cristiano).
Señorío de los Fajardo
El 25 de noviembre de 1387, mediante una donación real del monarca Juan I, Alhama pasaba a ser propiedad de Alonso Yáñez Fajardo, como premio a los servicios que éste había realizado a la Corona de Castilla. Así, la villa se integraba en los dominios de los Fajardo, el linaje más poderoso del reino de Murcia. El aspecto más valioso de Alhama era su fortaleza estratégica, que los Fajardo reconstruyeron en el siglo XV. Así pues, el aspecto actual de la torre y las murallas procedería de estas mejoras. En cuanto a su escasa población cristiana, decir que estaba compuesta por modestos labradores y artesanos, algunos oficios concejiles, caballeros y algunos cazadores de recompensas que se movían en la frontera.
Fuera del núcleo urbano, el poblamiento rural se hallaba diseminado por el término municipal, con pequeñas comunidades asociadas a una torre atalaya, como los casos de las torres de Ínchola, La Pita y El Azaraque. En los casos de Ascoy, Torre del Lomo o Torre de la Mezquita, las torres no presentan restos de hábitat, pero tendrían una función de control defensivo. A lo largo del siglo XV la población alhameña apenas sí conoció un momento de reposo. Fue objeto de disputa entre diferentes miembros de la familia Fajardo, cambiando de manos en varias ocasiones y sufriendo las exigencias y represiones de unos y otros. A fines de dicha centuria la casi totalidad de la vecindad era ya cristiana, de modo que en Alhama no se planteará ningún problema morisco, como sí ocurrió en otras zonas del reino murciano.