La transverberación de San Francisco (El nacimiento del Hombre Nuevo)
Pirograbado coloreado (190 x 245 cm.). Sin fecha.
En la Cuaresma de 1225, y en el Monte de la Verna, Francisco de Asís recibió los estigmas de Jesucristo -según cuenta su biógrafo, Tomás de Celano- que se le apareció en forma de un serafín en llamas. Este panel pirograbado recoge el acontecimiento histórico y su significación. El serafín ardiendo amorosamente, está representado por ese botón, sin norma, de rosa bermeja, que comienza a desplegarse en pétalos alados y rusientes, y que llegan al cuerpo del Pobre de Asís sobre sus manos, pies y costado, taladrado por pellas de fuego, destacando la del costado, que emerge de la cueva del corazón como una flor enfurecida de amor.
En el primer término inferior, aparece la figura del hermano León, que en la narración histórica fue testigo de este prodigio, y que asiste a la visión con un pasmo expresado en formas de extremada angulación. A la anécdota, y en la parte izquierda superior, se añade el signo de un doncel -el Hombre Nuevo- que surge del cuerpo transfigurado del Poverello, arrastrando en el Ímpetu de este nuevo nacimiento a la creación, representada por unos tallos reverdecidos que entorchan el hombro y los brazos del garzón y los pies de San Francisco en la fusión desdoblada de dos cuerpos -el del Hombre Viejo y el del Hombre Nuevo-. Este nacimiento desciende de la fuente de toda regeneración, representada por la poma ardiente/corazón de Jesucristo, primogénito de toda criatura, que con su sangre, resurrección, ascensión a los cielos y regreso a la tierra en el Espíritu Santo inflamado, lame con una inmensa lengua de fuego el amplio ángulo de la parte superior derecha. El fondo, entregado prácticamente al color natural de la madera, es respetado para sugerir un horizonte boreal lento, que envuelve el acontecimiento de la epopeya franciscana y su virtual extracción catequética.