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El empresario Miguel Martínez (colección Celestino Martínez) era un entusiasta de la fotografía y los coches, aficiones que en el primer tercio del siglo XX sólo podía permitirse una clase social acomodada, y personifica perfectamente el modo de vida de la alta burguesía vinculada a la minería. Temática común a nuestros fotógrafos Casaú, Ginés López y muy especialmente Juan Orenes son las fotografías de la Semana Santa, que denotan la tradición e importancia de la imaginería y los desfiles procesionales en estas tierras. En el caso de los dos primeros, fotógrafos profesionales, es evidente que las cofradías les hacían encargos para ilustrar sus publicaciones o regalar postales de sus imágenes. Orenes no fue nunca fotógrafo profesional, pero tampoco cabe definirlo como aficionado. En su comercio vendía todo tipo de material fotográfico y regalaba excelentes consejos y enseñanzas a todos los entusiastas fotógrafos y aprendices que allí acudían.
El fotógrafo aficionado suele ser un autodidacta cargado de vocación y entusiasmo. Es sin duda el caso de Manuel Rodríguez de Viguri que aporta a nuestro fondo logradas imágenes familiares y los documentos gráficos de la instalación de piezas de artillería en las baterías de la costa cartagenera, tema este último también recogido por Casaú.