Además de la arquitectura de los ámbitos rurales, muchas veces ligada a encomiendas y patrocinios de órdenes militares, tenemos el casi infinito recurso histórico de la Catedral de Murcia, un verdadero catálogo del arte en el Región. El Renacimiento tuvo su mayor y más alta expresión estética en las obras catedralicias donde trabajaron importantes arquitectos como los Florentino o el ya mencionado Jerónimo Quijano, el montañés.
Los ámbitos renacentistas de la catedral comienzan en torno a 1515, con la construcción de la Puerta de las Cadenas que en su primer cuerpo muestra un diseño usual en algunos templos españoles utilizando el concepto de fachada retablo, con arcos de medio punto abocinados, pilares clásicos y decoración con roleos y bustos en los contrafuertes del arco, un recurso este último plenamente clásico.
La irrupción de figuras como las de los hermanos Florentino y Quijano determinaría de una manera especial la construcción y decoración de las partes renacentistas del templo. Siendo maestros arquitectos que conocían las vanguardias italianas, tanto sus planteamientos arquitectónicos como sus trabajos de cantería mostraron la recuperación de los valores clásicos, la utilización de los órdenes y las nuevas creaciones de grutescos, detalles decorativos inspirados en las nuevas formas que en Italia habían comenzado a imponerse ya en el Quattrocento.
En el interior de la Catedral son varios los ejemplos de ese clasicismo que aporta también elementos peninsulares como el espíritu plateresco de la Portada de la Sacristía, o el conjunto de la capilla de Junterones.
Se fija la fecha de 1531 como la de realización de la portada de la sacristía, que concluía todo el conjunto de la sacristía catedralicia, un ámbito completado en su interior con muebles de madera labrada que dignifican lo que, en tiempos, debía haber tenido su propio sagrario para la reserva de las especies eucarísticas.
El concepto que Quijano utilizó en esta portada es el clásico en el que se desarrolla una especie de arco de triunfo. Se ha querido ver en esta portada una estética propia del plateresco, por la nutrida ornamentación, pero es difícil definir esta estética como plateresca. Quijano, lejos de incluir estéticas góticas flamígeras siempre suele utilizar referencias clásicas en sus delineaciones, siguiendo los cánones académicos. Los elementos tienen un orden clásico evidente aunque el autor añade detalles muy propios, como el peculiar fuste de las columnas pareadas, detalles, por otra parte, que se pueden observar en muchos ejemplos del Renacimiento italiano. Candelieri, grutescos, guirnaldas florales y figuras escultóricas en el remate de la portada nos recuerdan también las líneas artísticas que en ciudades como Roma o Florencia se estaban recreando.
Las obras de la capilla de Junterón se iniciaron en 1525 con Jacopo Florentino y en 1541 se continuaron bajo la dirección y fábrica de Quijano, que falleció antes de poder concluirlas. Se baraja la posibilidad de que Junterón encargará en Italia el plano de la capilla y que los maestros catedralicios se limitaran a llevarla a cabo, pero no hay pruebas documentales que puedan certificar esta posibilidad, y, en cualquier caso, el estilo de Quijano está muy próximo al estilismo de esta capilla.
Arquitectónicamente la capilla muestra dos ámbitos definidos por sus techumbres. La entrada es sencilla y muy clásica, un arco de medio punto sostenido por arquitrabe y columnas corintias que, curiosamente, no enseñan su lado frontal al espectador sino su perfil. Pero unido a la arquitectura se desarrolla un programa escultórico muy cuidado y singular.
Estas dos obras, Portada y Capilla, no sólo tienen una gran importancia arquitectónica sino también escultórica, convirtiendo a Jerónimo Quijano –uno de sus principales diseñadores y ejecutores de estas obras– en una gran figura a nivel nacional de la escultura renacentista en España.
Sacra Cantero Mancebo