Begastri
Begastri

     Cuando los visigodos se asientan definitivamente en Hispania, en torno al 476, el contacto con los hispanorromanos cristianos se efectúa y quedan diferenciadas la minoritaria sociedad visigoda arriana y la mayoritaria hispanorromana católica. Esta diferencia dogmática acabaría en el 589 con la conversión de Recaredo al catolicismo, pero hasta que eso ocurriera es muy probable que los patrones estéticos hispanorromanos influyeran en los visigodos. La historia del arte ha observado cómo el arte visigodo fue permeable a la estética romana, pasando de ser un arte de líneas sencillas y escasez decorativa a enriquecerse con los motivos ornamentales clásicos y, de manera especial, de las influencias estéticas propias de las provincias del norte de África.

     La investigación sobre el arte del período de los reinos hispanovisigodos ha llegado a plantear dudas sobre la conveniencia de hablar de un arte visigodo. La dificultad en el establecimiento de cronologías y autorías ha llevado a muchos investigadores a poner en duda la existencia de un arte visigodo propiamente dicho. Las circunstancias históricas de los reinados visigodos en España, donde un pueblo de procedencia germánica se establece entre una mayoría hispanorromana, cuestionan continuamente la vinculación de ciertas expresiones artísticas a la sociedad hispanovisigoda.

     Se han podido establecer, a partir del siglo III, dos tendencias estéticas en las artes visuales del orbe imperial romano, se habla de un arte oficial grecorromano y de un arte más popular, podríamos decir menos académico, en ocasiones anclado en algo cercano al primitivismo o a cierta regresión técnica. Esta última tendencia es la más cercana a la progresión del arte medieval.

     Debemos tener en cuenta que entre los siglos III y V Roma tuvo un extraordinario contacto con los pueblos germanos. No es de extrañar entonces que el arte tardoantiguo se vea influenciado por la estética indogermana, pero tampoco le sería ajeno a las sociedades germanas el arte clásico. Sabemos que los visigodos eran el pueblo germano más romanizado, siendo conocidos incluso dentro de los pueblos bárbaros como “los griegos”. Por otra parte los visigodos, pese a establecerse en la Península y no tener interés en expandir su reino más allá, tuvieron constantes relaciones comerciales con Italia, Norte de África, Francia y Bizancio, con quien incluso disputa el territorio de Carthago en un determinado momento.

     En el contexto nacional podemos hablar de escasez de muestras de arte visigodo, especialmente de grandes templos; en nuestro contexto regional la escasez es aún mayor. Sabemos entre otras cosas por la descripción que fuentes árabes harían del Pacto de Tudmir del siglo VIII, que en Murcia existían ciudades bajo el dominio visigodo. La arqueología ha descubierto por su parte los registros visigodos de yacimientos como el de Begastri, los del Cerro de La Almagra en Mula y otros puntos en Lorca y Alhama. Sin embargo los restos materiales de este momento histórico, comparados por ejemplo con los siglos de dominación romana o árabe, son pocos y en ningún caso llegan al nivel de evolución de otras provincias visigodas de la península.

     Begastri es sin duda el yacimiento con restos visigodos más relevante de la Región. Sede episcopal, conocemos incluso el nombre de algunos de los obispos que estuvieron en ella y que fueron a los concilios celebrados en Toledo desde el año 633 al 688, en este último año la ciudad dejó de ser ciudad episcopal.

     De los restos materiales de esta pequeña ciudad que llegó a poseer una basílica, destacamos los fragmentos de lápidas sepulcrales, capiteles, basas y columnas y restos decorativos. Elementos suficientes que nos permiten reconocer la singularidad del arte visigodo, muy influenciado por el estilismo paleocristiano local. Una lápida conmemorativa labrada, cuya cronología se establece entre los siglos V y VI, nos deja ver una estela cuadrangular con una sencilla decoración en sus biseles y unos roleos en los que se puede distinguir una cruz patada. La estética de esta lápida se ajusta a los temas visuales visigodos, incluso a algunos de los motivos que se pueden observar en la arquitectura prerrománica de algunos puntos de la Península. El labrado de la piedra es simple, no muy profundo, alejado de los altorrelieves que incluso el arte romano del siglo III llegó a producir.

     En el siglo VI el arte visigodo produce muchos trabajos metalisteros, quizá piezas que suelen recordarnos con más frecuencia este arte anclado en los estilismos tribales de Europa. Las decoraciones de placas de cinturón y hebillas, las fíbulas, etc., nos recuerdan esa imagen visual visigótica donde la profusa decoración vegetal de los planos destaca junto a la utilización de pedrería y diseños bizantinos. Las líneas geométricas abstractas, las composiciones continuas son elementos que nos recuerdan tanto la plástica celta o germánica primitiva que volverá a Europa en pleno período románico, como las influencias del arte bizantino.

     De Begastri surge la conocida cruz monogramática, una pieza de bronce fundida y cincelada también que nos muestra una cruz latina tocada por el alfa y la omega en sus brazos y las iniciales griegas de Cristo (X y P). Unos delfines podrían haber formado parte de la cruz, utilizados como simbólicos salvadores de almas en lugar de profanos salvadores de hombres a la deriva. La cruz podría haber colgado de una cúpula de la propia basílica begastrense puesto que posee un anillo de sujeción y está labrada por los dos lados.

Sacra Cantero Mancebo