Desde la carretera MU-530 hasta la desembocadura de la rambla en los Baños de Mula, el paseo por el cauce es agradable, aunque tenemos que ir sorteando hilillos de agua y pozas. Es un recorrido tranquilo y sobrecogedor por la profundidad y el silencio de la rambla, aunque para el visitante se muestra geológicamente monótono. Sin embargo, teniendo un ojo geológico, podemos descubrir una geodiversidad muy variada.
Todo el recorrido se hace rodeado de las margas marinas de color gris y blanco (unidad III), sobre las que se disponen capas areniscas y conglomerados que fueron dejados por la paleorambla de Perea y otros cursos fluviales, cuando estaban a más de sesenta metros de los cauces actuales (unidad IV). En su lecho se suceden terrazas fluviales más recientes y depósitos de gravas aportados por las avenidas actuales (unidad V).
En la parte media-alta de las laderas, la base de la formación de conglomerados y areniscas socava las margas marinas tomando morfologías erosivas en forma de paleocanal. Son superficies erosivas que forman disconformidades y que produjeron los antiguos cauces Plio-Cuaternarios, que se fueron rellenado por estas rocas.
El contacto entre las unidades III y IV, entre los conglomerados y areniscas fluviales de la parte alta, más permeables, con las margas impermeables marinas, ha producido, en la ladera del este de la rambla, una alineación de surgencias de agua que casi nos acompaña en todo el recorrido a una misma altura. La vegetación se amontona en estas partes húmedas de la ladera, en un abrazo con la Gea que permite reflexionar sobre la relación entre los procesos geológicos y la vida, entre la geodiversidad y la biodiversidad.
Pero quizás, lo que más llame la atención al visitante es la gran variedad de procesos erosivos y las geoformas que generan. De nuevo la rambla forma grandes meandros, el mejor ejemplo está en su parte central. En ella desaguan innumerables cárcavas y barrancos, sobre todo en la confluencia con el barranco del Charco, que dan lugar en su conjunto a un blanco paisaje en bad lands, rodeado de una gran superficie horizontal cultivada. Desde el aire impresiona ver este contraste de relieve y se comprende el fenómeno de la erosión remontante, que poco a poco va modelando estas llanuras de Yechar ampliando la red hidrográfica de Perea, pese al empeño de los agricultores por impedirlo.
Aparecen diversos tipos de movimientos de ladera. Se observan precipitación de sales que junto a la humedad, los cambios de temperatura y otros factores descaman y meteorizan las rocas. Aquí la rambla es un libro abierto de fenómenos de sifonamiento ya que son numerosas las cárcavas anexas que tienen su cabecera semicircular producida por la percolación del agua por las rocas permeables en la vertical y posterior circulación en la horizontal al encontrar las margas impermeables, generando un tubo en forma de codo, que tras el colapso de sus paredes superiores, produce estos peculiares inicios de barrancos. Las diaclasas y la diferente resistencia a la erosión de las rocas, forman en ocasiones caprichosas y sugerentes cavidades y chimeneas de hadas. En fin, un hermoso paisaje semiárido de Mula.
Culmina el paseo con el asombro de divisar y pasar bajo un patrimonio histórico ferroviario de la antigua vía férrea de Zaraiche-Caravaca. Se trata de un viaducto de sillería de seis luces de 16 metros de altura del primer tercio del siglo XX. Sobre él es común ver a personas, que bien en bicicleta o a pie, disfrutan de la vía verde en la que se ha convertido. De nuevo la historia geológica de la zona ha donado los recursos naturales para hacer esta gran infraestructura, sus muros están formados por grandes bloques de conglomerados y travertinos de la época palustre y fluvial de las proximidades.
El esfuerzo de este recorrido se merece un buen descanso o mejor, un buen baño termal en los Baños de Mula. La Gea nos dará su mejor elixir, como si nos quisiera agradecer la visita, los momentos de nuestra vida que le hemos dedicado a la madre Naturaleza.