Las huellas de la actividad humana pueden observarse prácticamente en todas las facetas de la naturaleza regional, alcanzando su máxima expresión en las ciudades. Sin embargo, la ocupación humana del espacio no siempre tiene lugar en un entorno urbano. Muchas veces, y especialmente en economías de tipo agrario, las construcciones destinadas a habitación humana aparecen aisladas o en pequeños núcleos integrados en un paisaje con el que mantienen estrechas interrelaciones, y que en conjunto denominamos rural.
La dispersión del hábitat urbano es una característica propia de las regiones levantinas españolas, a la que no es ajena la Región de Murcia. La población municipal suele repartirse en pequeños núcleos o totalmente dispersa por el término, que a menudo tiene una extensión superficial considerable.
La Región de Murcia tiene como principal característica una gran heterogeneidad en sus rasgos de poblamiento, con predominio de núcleos de población dispersos, dentro de términos municipales muy extensos, entre los que se cuentan algunos de los mayores de España. Cada uno de ellos con un elevado número de entidades de población: ciudades, villas, lugares, aldeas o caseríos, cuya dispersión por la geografía regional le da una fisonomía característica.
Así pues, Murcia presenta un panorama regional con una importancia grande del hábitat rural, sobre todo en comparación con otras zonas de la península. Lo que no implica necesariamente la pervivencia en el paisaje de los elementos tradicionales del ambiente rural, como son ciertos elementos arquitectónicos y ornamentales, actividades y modos de vida que posibilitan la colonización faunística y florística de estos medios, a menudo en estrecha interdependencia con los ecosistemas que los rodean.
La introducción de nuevas técnicas y sistemas de aprovechamiento de los recursos en las comunidades rurales trae aparejada la adquisición de modos de vida propios del entorno urbano, lo que no siempre es compatible con la conservación de los valores naturales asociados a este hábitat humano. El progresivo abandono del hábitat rural, deja no obstante en el paisaje huellas que tardan en borrarse. La presencia de viviendas abandonadas, ruinas y otras construcciones fruto de la actividad humana, sigue durante mucho tiempo contribuyendo, no sólo a diversificar y amenizar el paisaje, sino a proporcionar a los seres vivos mayores posibilidades de supervivencia.
Vicente Hernández Gil