La regresión del medio rural en favor del urbano
La distribución de la población en la región señala la tendencia al abandono del medio rural, no tan acentuada como en otras regiones, debido quizás a la extensión de la agricultura de regadío. Pero ni el abandono del medio rural implica su desaparición absoluta, ni la reactivación económica y poblacional de este hábitat redunda siempre en beneficio de sus valores naturales y culturales. Existen, en cualquier caso, un conjunto de factores que amenazan la supervivencia del ambiente rural tradicional.
El principal entre ellos es el avance del medio urbano, directamente como tal, o por la introducción de sus modos de vida en las zonas rurales. Si bien es cierto que las aspiraciones de mayor bienestar y comodidad de sus habitantes son absolutamente legítimas, su consecución a menudo supone una total pérdida de la identidad de los asentamientos rurales, y de la mayor parte de sus valores culturales, ecológicos, paisajísticos, faunísticos y florísticos asociados.
Con frecuencia se sustituye la vivienda tradicional pura y simplemente por un modelo urbano agresivo hacia el paisaje, e inhóspito para la vida silvestre, o se restaura aquélla según idéntico modelo. A menudo se elimina también la vegetación natural o cultivada acompañante, en favor de otra, exótica.
Junto con la vivienda tradicional, desaparecen otros elementos arquitectónicos de gran relevancia para la fauna, como setos, muros, cercas, palomares, etcétera. La introducción de nuevas técnicas agrícolas (fundamentalmente regadíos altamente tecnificados), la extensión de monocultivos y la concentración parcelaria favorecen este proceso. Los nuevos núcleos rurales guardan poca semejanza con los antiguos caseríos y aldeas, proporcionando escasas posibilidades para la fauna y la flora.
Un ejemplo puede servir para aclarar la gravedad que tiene para la vida silvestre la desaparición o modificación de la arquitectura tradicional. El Cernícalo primilla (Falco naumanni) es una especie particularmente rara en Murcia, que suele anidar en cavidades de edificios históricos, casas de campo, palomares, etcétera. Aunque quizá no sea la única causa de su declive poblacional, hoy se sabe que la eliminación de estas cavidades durante la restauración o por el deterioro progresivo de tales construcciones cuando son abandonadas, limita sus posibilidades de nidificación, y que éstas pueden restituirse suministrando nidales artificiales con las características de los elementos arquitectónicos perdidos. Hoquedades en definitiva, que les permitan reproducirse.
En la transformación del hábitat rural intervienen otros elementos de gran capacidad de agresión para la fauna. Los tendidos eléctricos, las autovías, autopistas, y carreteras, con el consiguiente aumento del tráfico, producen importantes mortandades de animales, eliminando poblaciones enteras, o separándolas definitivamente. Lo mismo que el abandono de desperdicios y envases (en los que pueden morir, encerrados, pequeños roedores e insectos), o la depredación por la proliferación de especies domésticas asilvestradas (gatos y perros). Otras veces resulta afectada por fenómenos más sutiles, como la trasmisión de una cultura popular, que pasan a algunas especies a ser injustificadamente objeto de molestia o persecución. Bien es cierto que algunas ya eran perseguidas por absurdas supersticiones, como las salamanquesas.
El abandono del hábitat rural no implica a corto plazo la eliminación del papel que, para los seres vivos y el paisaje, representan caseríos y viviendas diseminadas. Durante bastante tiempo, estos "nudos" de la malla paisajística, incluso tratándose de ruinas, pueden seguir funcionando como elemento diversificador y refugio. Este papel se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, en el área del Mar Menor, donde las ruinas y grupos de palmeras constituyen refugios que enriquecen faunísticamente los cultivos de secano que los contienen. A la larga, no obstante, su progresivo deterioro y la intervención humana provocan la desaparición de estos ambientes.
La crisis de las explotaciones rurales, particularmente en zonas de montaña, y el éxodo generalizado del campo en beneficio de la ciudad son rasgos característicos de la evolución reciente del paisaje. La tendencia a la concentración de población en áreas urbanas, y la consiguiente demanda de espacios de ocio y contacto con la naturaleza, genera una presión sobre el ambiente rural. Este interés renovado por las zonas rurales, aunque en ocasiones se traduce en una esperanzadora reactivación de áreas despobladas, que mantienen su identidad, en otras muchas da lugar a procesos especulativos, a una excesiva presión recreativa y, en suma, a un nada deseable traslado del modo de vida urbano al medio rural.