Hace más de 210 Ma., durante el Triásico, la zona estaba emergida y reinaba un clima subdesértico, seco y caluroso. A comienzos del Jurásico (Lías) los terrenos son ocupados por el mar y se origina una plataforma carbonatada relativamente somera donde precipitan fangos carbonatados que posteriormente darían lugar a las dolomías y calizas, bajo un clima semejante al que existe en las Bahamas, que propició el desarrollo de colonias de crinoides y la formación de oolitos.
A partir de esta época la plataforma carbonatada se desintegra en una serie de surcos y umbrales, pasando la zona que nos ocupa a formar parte de uno de estos umbrales, donde sobre su superficie se depositaron fangos calcáreos micríticos y precipitaron óxidos de hierro junto con conchas de cefalópodos. La poca profundidad y la lejanía del continente, condicionaron una tasa de sedimentación baja, que junto con la existencia de condiciones muy aeróbias (aguas muy oxigenadas), favoreció la presencia de infinidad de organismos bentónicos que removieron intensamente el sedimento, propiciando un alto grado de porosidad que conllevó a la formación de la estructura nodulosa de las calizas nodulosas rojas.
Esta nueva situación continuaría hasta principios del Cretácico en que el umbral tiende a desaparecer, y sobre él, en condiciones de sedimentación más profundas y anóxicas tienden a sedimentar fangos arcillosos más o menos carbonatados, junto con conchas de cefalópodos, caparazones de radiolarios y espículas de esponjas silíceas. Los fangos dieron lugar a una alternancia de margocalizas y margas condicionadas por cambios climáticos (climas más y menos cálidos, respectivamente), mientras que las condiciones anóxicas favorecieron la formación de nódulos de pirita, y de la piritización de las conchas de ammonites.
Hace unos 10 Ma. esta zona formaba parte del Estrecho Norbético, originando una subcuenca marina limitada por los relieves subbéticos al norte y este y por el accidente de Crevillente al sur. La interpretación palegeográfica de la zona, nos informa que ésta podría formar parte de una bahía delimitada por los relieves de las sierras de las Cabras y Quípar al noreste, la del Gavilán al norte y la de la Serrata al noroeste y al sur por el accidente de Crevillente. El límite entre las zonas emergidas y sumergidas aparece marcado por una superficie de erosión en las calizas jurasicas, en la que aparecen multitud de perforaciones, llevadas a cabo por lamelibranquios litófagos.
A finales del Tortoniense, esta subcuenca marina quedó aislada y pasó a ser ocupada por un mar interior, sometido a un fuerte proceso de evaporación por la acción del clima árido reinante, que junto con los aportes de sales procedentes de la erosión de los materiales triásicos aflorantes al sur, condujeron a la precipitación de evaporitas en la laguna, que se pueden observar fuera de la zona visitada.
Posteriormente, la laguna se fue colmatando de sedimentos procedentes de la erosión de los relieves circundantes y en su parte más deprimida se originó una laguna de agua dulce, posiblemente favorecida por el carácter endorreico de la zona y por la existencia de un clima más húmedo, donde precipitaron calizas lacustres. Mientras que hacia los bordes se desarrollaban diversos sistemas de glacis y abanicos aluviales, donde subsuperficialmente se desarrollaron costras calizas.
Condicionados por la geología y los cambios climáticos durante el Cuaternario se genera la geomorfología y suelos que actualmente se observan. El agua subterránea dio lugar a la formación de falsa ágata en las fracturas de las calcarenitas y de travertino en las surgencias. Durante esta época la zona es poblada por el ser humano que ha condicionado la flora y fauna actuales y dejado restos de diferentes culturas.