El inicio de las controversias
Aunque la primera publicación que relaciona la capa negra con la extinción finicretácica fue realizada por Smit y Hertogen en 1980, a raíz de sus estudios en Caravaca, la hipótesis fue propuesta por primera vez por el equipo Álvarez, quienes postularon esta hipótesis a raíz de la suma de una serie de casualidades, que comienzan a mediados de los 70, cuando el geólogo Walter Álvarez se encontraba estudiando el paleomagnetismo de las calizas mesozoicas y cenozoicas de Gubbio, en el norte de Italia. Su principal objetivo era el intentar localizar inversiones del campo magnético terrestre, con la finalidad de establecer una escala de datación paleomagnética y relacionar las inversiones del campo magnético con la evolución y extinción de seres vivos. Estudiando paleomagnetismo y el contenido en foraminíferos de las calizas de Gubbio, observó que, salvo una especie, todas las demás desaparecían al llegar al límite entre el Cretácico y el Terciario, justo en una capa arcillosa de color gris de unos 2 o 3 cm, que aparecía intercalada entre las calizas rosadas y que marcaba el límite entre el Cretácico y el Terciario (Límite K-T).
En 1977 Walter Álvarez entregó una muestra de esta arcilla a su padre Luis W. Álvarez, quién intentó estimar el tiempo en el cual se habían extinguido los foraminíferos, basándose en los supuestos de que la cantidad de material extraterrestre (polvo cósmico), que llega a la superficie de nuestro planeta es constante en el tiempo y que el contenido en iridio de este material extraterrestre es varios miles de veces superior al de los materiales terrestres, por lo que analizando el contenido en iridio de la arcilla de Gubbio, se podría saber el tiempo que duró el límite K-T.
La concentración de iridio fue de tal magnitud que el experimento resultó un fracaso, ya que por otros métodos se había estimado que este no podía ser superior a unos 1.000 años y los resultados de L. W. Álvarez apuntaban a unos 500.000 años. Al intentar explicar esta elevada concentración de iridio, la única solución al problema, con los datos que tenían, era la de relacionarlos con la caída de un gran asteroide o cometa, hipótesis que publicaron en la revista Science, un mes después de la publicación de Smit y Hertogen en la revista Nature, generando grandes controversias en el colectivo científico durante dos décadas. Junto con otros científicos, calcularon que este asteroide debió tener unos 10 km de diámetro y producir un cráter de más de 200 km de diámetro. Dicho impacto tuvo lugar en el área de Chicxulub (Península de Yucatán, Méjico). Habiéndose localizado otros cráteres de menor entidad, como el de Iowa (EE.UU.) con unos 32 km de diámetro cuya edad coincide con el límite KT que podrían sugerir la existencia de más de un impacto.
Las Pruebas
Desde el comienzo de esta polémica, otros autores optaron por proponer otras hipótesis para explicar la anomalía positiva de iridio, como: un vulcanismo generalizado, un mecanismo combinado de impacto de un meteorito que desencadenaría erupciones volcánicas masivas, etc. Pero actualmente casi toda la comunidad científica acepta la hipótesis del equipo Álvarez que actualmente cuenta con un elevado número de pruebas que apoyan esta hipótesis, como son:
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La localización de la capa negra en cerca de 100 lugares repartidos por todo el planeta, de ellos tres en España.
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La existencia, junto al iridio, de altas concentraciones de rutenio, rodio y algunos isótopos de osmio, cuyas proporciones relativas indican un origen extraterrestre.
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El descubrimiento de esférulas silicatadas (sanidina), que se interpretan como antiguas tectitas y microtectitas.
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La presencia de cuarzo con estructuras originadas por impactos.
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La alta concentración de hollín.
Las consecuencias del impacto
El impacto contra la tierra de un cuerpo extraterrestre de unos 10 km de diámetro y a una velocidad de unos 36.000 km/h, produjo en primer lugar terremotos, incendios, lluvia ácida y una gran cantidad de polvo en suspensión y vapor de agua que impidió el paso de la luz solar durante varios meses, lo que obstaculizó la fotosíntesis y provocó una espectacular bajada de temperatura, seguido de un efecto invernadero que favoreció el drástico ascenso de las temperaturas.
Todo ello parece ser la causa de la extinción del 90% de las especies que forman el plancton marino y de más de la mitad del resto de seres vivos, de entre los que cabe resaltar la extinción de numerosos grupos de invertebrados como los ammonites, belemnites, rudistas, etc. y vertebrados como los grandes reptiles y dinosaurios, lo que favoreció la evolución de los mamíferos que ya no tenían contrincantes.
Y la cuestión más importante para el egocentrismo antropológico ¿Hubiera llegado a existir el ser humano sin la extinción finicretácica? De momento mejor buscar la respuesta en las creencias de cada uno.