En 1851, un grupo de amigos organizaron unos festejos por carnavales. Aquel grupo estaba formado por personas de categoría: el cura Miguel Ortega, el boticario Miguel Rubio Arróniz, el medico Juan Antonio Soriano Hernández y los hermanos Miguel y Joaquín López. El motivo, según Juan Torres Fontes, “era rememorar lo que vertiginosamente desaparecía y muestra de un hondo sentir por cuanto había sido costumbre y pasaba a ser historia: de amor, de afecto por un pasado, que no se quería olvidar…”. No pudo caber mejor comienzo para una fiesta: el Bando de la Huerta.
Entre lo que se iba perdiendo estaba la lengua y, aunque todos los miembros de aquella tertulia escribieron de modo serio utilizando el lenguaje de la huerta, el encargado de escribir y leer los bandos fue Joaquín López, autor durante las primeras décadas del “Bando oficial” y que leyó un bando de bienvenida ante la reina Isabel II cuando ésta vino a Murcia en 1862. En 1876, José Martínez Tornel, escribe el bando para Joaquín López y en 1879 propuso un modelo de bando para evitar los abusos de los imitadores, que los hubo, aunque ya nadie se acuerda de ellos. En ese año de 1879, debido a la riada de Santa Teresa, los desfiles se interrumpen y el Bando de la Huerta no se vuelve a celebrar hasta 1900, siendo José Frutos Baeza el encargado de escribir el bando. La fiesta continúa con altibajos durante varios años, encargándose Frutos Baeza del bando. En 1919 se constituye una comisión compuesta por Jara Carrillo, López Almagro y Peña Séiquer para estudiar las propuestas y así poder seleccionar los mejores. En 1923 aparece la figura de Francisco Frutos Rodriguez, hijo y digno sucesor de Frutos Baeza que en 1926, además del bando oficial, dedicó otro bando a Calvo Sotelo, Ministro de Hacienda, que se encontraba en Murcia.
En 1927, los responsables de la fiesta declararon algo que debería tenerse en cuenta en la actualidad: “el Bando de la Huerta debía incluirse entre las Fiestas de Primavera con carácter permanente y así las generaciones futuras podrían conocer y estudiar el habla, las costumbres y formas de vestir de la huerta murciana.” Y el bando siguió, habiendo formado parte del Jurado personalidades como las que hubo en 1968: “don Antonio Delgado Borrego, don Juan Barceló Jiménez, don Francisco Galera del Cerro, don Andrés Sobejano Alcayna, don Juan Torres Fontes y don Francisco Zamora López, que actuaba como secretario”.
Pues bien, en la actualidad, aquel fenómeno que se extendió prácticamente a toda el área de influencia del Murciano, sigue vigente en Murcia capital y en algunas otras comarcas, pero necesita apoyo si queremos seguir contando con una tradición que tiene tanta raigambre y que iniciaron -y han continuado- personas de categoría, como se ha visto, aunque a veces sólo se mencione, injusta e incomprensiblemente, a los meros y anónimos imitadores. Ahora bien, en el futuro, en mi opinión, y sea el bando serio o jocoso (que de todo ha habido), un Jurado compuesto por las personas idóneas y con asesoramiento académico si fuera preciso, debería seleccionar de modo riguroso sólo aquellas obras que estén escritas en auténtico lenguaje de la huerta, previa entrega de sus características y su vocabulario a quien lo solicitase. Así, el bando se iría perfeccionando y, como decía la comisión de 1927, las generaciones futuras conocerían, además de los trajes y los peinados, el habla de sus antepasados. Y Murcia tendría el mejor pregón para la mejor fiesta: el Bando de la Huerta.
Juan José Navarro Avilés
Primer premio de Bandos Panochos 2010.