| Castillejo de Monteagudo
| Castillo de Abanilla
| Castillo de Aguaderas
| Castillo de Albudeite
| Castillo de Alcalá
| Castillo de Aledo
| Castillo de Alhama
| Castillo de Alquipir
| Castillo de Amir
| Castillo de Archena
| Castillo de Benizar
| Castillo de Blanca
| Castillo de Caravaca
| Castillo de Chuecos
| Castillo de Cieza
| Castillo de Felí
| Castillo de Jumilla
| Castillo de la Asomada
| Castillo de la Concepción
| Castillo de Larache
| Castillo de las Paleras
| Castillo de Librilla
| Castillo de Lorca
| Castillo de Los Garres
| Castillo de los Peñascales
| Castillo de los Poyos de Celda
| Castillo de los Vélez
| Castillo de Luchena
| Castillo de Monteagudo
| Castillo de Moratalla
| Castillo de Nogalte
| Castillo de Pliego
| Castillo de Priego
| Castillo de San Juan de Calasparra
| Castillo de Tabala
| Castillo de Tebar
| Castillo de Tirieza
| Castillo de Xiquena
| Castillo de Yecla
| Castillo del Cabezo de Torres
| Castillo del Portazgo Superior
| Castillo San Juan de las Aguilas
| Fuerte de la Atalaya
| Molino del Batán
| Torre Chíchar
| Torre de la Azohía
| Torre de la Puebla
| Torre de los Moros
| Torre de los Templarios
| Torre del Moro
| Torre del Obispo
| Torre del Rico
| Torre Mata
| Torre Rojano
| Torre Rubia
| Torre Vieja
La Historia de la Región de Murcia tiene en la Edad Media uno de sus períodos claves. Uno de los principales hitos históricos fue la irrupción de los árabes a partir del año 711. Aunque muchas de las ciudades que ocuparon ya estaban amuralladas (Begastri en Cehegín o La Almagra en Mula), debido a la gran inestabilidad que caracterizó el mundo tardoantiguo, los musulmanes mejoraron estos recintos amurallados y desarrollaron una impresionante red de fortalezas, muchas de las cuales serían ocupadas por la Corona de Castilla tras el Pacto de Alcaraz. Algunas de estas fortificaciones se emplazaron dentro o próximas a las antiguas poblaciones tardorromanas. Así, frente a la ciudad emplazada sobre el Cerro de La Almagra se erigió el Castillo de la Puebla.
A lo largo del siglo X se constata el incremento del poblamiento en torno a los valles aluviales del sudeste peninsular, pequeñas alquerías que iniciaron la explotación intensiva de la tierra mediante regadíos. El estado islámico reguló fiscal y militarmente estos enclaves rurales mediante la construcción de un sistema defensivo. De este modo, el territorio se estructuró en distritos (aqalim) a cuyo frente se situaba una fortificación o hisn.
Esta red se organizaba en torno una gran fortaleza, de la que dependían otras de menor entidad y torreones de vigilancia. Destaca el ejemplo de Lorca que administraba un territorio articulado por una serie de fortificaciones como: Nogalte, Chuecos, Xiquena, Purias, Tirieza, Puentes, etc.
Murcia uno de las medinas más importantes del territorio andalusí. Su importancia cuando se produjo la conquista castellana, motivo que las principales instituciones que se establecieron en el reino tras su incorporación a la Corona de Castilla acabaran por instalarse en ella. Además de por un impresionante recinto amurallado, Murcia y su huerta estaba protegida por una red de fortalezas, muchas de las cuales se situaban junto a la estratégica vía de comunicación que unía Murcia con Cartagena. Entre todas ellas sobresale la construcción de un complejo fortificado en plena huerta, constituido por el Castillo y el Castillejo de Monteagudo.
Tras la conquista todos los castillos fueron ocupados por tropas castellanas; sin embargo, la despoblación del mundo rural provocó que muchos de éstos se convirtiesen en recintos exclusivamente militares, ocupados únicamente por tropas. Durante toda la Baja Edad Media, el Reino de Murcia quedó en una delicada situación geopolítica; por una parte, era frontera con el reino de Granada, expuestos a continuas incursiones desde el reino nazarí durante dos siglos; por otra parte, la corona de Aragón, como pone de manifiesto la invasión aragonesa del reino de Murcia (1296-1305).
Durante la Baja Edad Media, debido a esta inestabilidad política, el campo quedó prácticamente despoblado, concentrándose la población en recintos urbanos, cuyas murallas, de origen musulmán, fueron objeto de continuas reparaciones y reconstrucciones.
La conquista del Reino de Granada, unido a los cambios en los modos de hacer la guerra (introducción de la artillería pirobalística) provocó el progresivo abandono de estas fortificaciones.