Los nuevos conocimientos aportados en los últimos años por diferentes disciplinas científicas han conducido a que hoy en día el término “algas” tenga más un valor cultural que un valor científico por agrupar a un conjunto homogéneo de vegetales. Su inclusión dentro de los talófitos ha sido puesta en cuestión y actualmente no resulta fácil encontrar una definición de “alga” y de presentarlas de forma coherente, al haberse comprobado que forman un conjunto de organismos muy diversos y que provienen de ancestros muy distintos.
Para definirlas de una forma sencilla se recurre en muchos casos a decir lo que no son. Las algas, con la excepción de las cianofíceas, son organismos cuyas células presentan un núcleo bien diferenciado portador del material genético y unos plastos que, entre otros pigmentos, contienen clorofila "a". Su organización es relativamente sencilla, al no presentar órganos (raíz, tallo, hojas) diferenciados. Es decir, son organismos eucariontes, autótrofos fotosintetizadores, con una vida generalmente acuática y que no pertenecen al grupo de los briófitos (musgos y hepáticas) ni al de los cormófitos (pteridófitos y plantas con flores).
La coloración puede ser muy variada debido a que los plastos, además de clorofila "a", también contienen otras clorofilas y pigmentos (carotenos, xantofilas o ficobilinas). Esta diferencia en la coloración por los diferentes pigmentos contenidos se hace palpable en su clasificación en algas verdes, pardas y rojas (figura 1).
La organización estructural varía desde la de algas muy simples y pequeñas (algas unicelulares) a la de algas grandes y complejas con una diferenciación celular muy considerable. No siendo raro encontrar en el talo de algunas algas estructuras que se parecen a las de las plantas superiores (figura 3), pero siempre con funciones muy diferentes. Reciben el nombre de filoides las estructuras semejantes a hojas, cauloides las semejantes a tallos y rizoides los órganos de fijación semejantes a raíces. Pero los rizoides no absorben sales; los cauloides no transportan agua ni tienen que mantener erguida a la planta al ser la densidad del agua lo que la mantiene; mientras que los filoides no transpiran, pero absorben sales directamente del medio por toda su superficie.
Independientemente de su morfología y de su tipo de ciclo biológico, las algas tienen longevidades extremadamente variables. Algunas viven unos pocos meses, otras son anuales y las hay que viven más de 10 años.
Las algas pueden ocupar todos los tipos de ambientes donde encuentren iluminación y humedad suficiente, siendo el medio marino uno de ello, donde se fijan principalmente sobre sustratos duro (roca, guijarros, conchas, etc.) y muy pocas especies están adaptadas a hacerlo en sustratos sedimentarios.
El número de macroalgas que pueblan los fondos marinos españoles se calcula entre 1.500 y 2.000, incluyendo los fondos peninsulares e insulares. Las algas rojas son las más abundantes en número, aunque solamente son aparentes en algunas zonas litorales y a gran profundidad, o en ambientes con luz escasa. Las algas pardas son mucho menos numerosas, predominando en las zonas superficiales y son escasas a grandes profundidades. Por su parte, las algas verdes son poco abundantes, aunque dominan en determinadas situaciones.
Los tres grupos de algas antes citados conviven entre sí y dan lugar a comunidades que están presentes en todos los mares y océanos y que caracterizan el paisaje de los fondos marinos con iluminación suficiente. Las especies que configuran estas comunidades varían de forma muy marcada con la situación geográfica, con la profundidad y con los factores ambientales (hidrodinamismo, salinidad, temperatura, sedimentación, etc.), sin olvidar los factores provocados por el hombre (contaminación, especies invasoras, etc.). Las relaciones que dentro de las mismas comunidades se establecen entre sus componentes es otro elemento de cambio (abundancia de herbívoros, etc.).
Las comunidades algales generalmente presentan una gran complejidad y diversidad y crean una estructura tridimensional en la que se pueden distinguir una serie de estratos, lo mismo que sucede en los bosques terrestres (figura 1). El primer estrato lo forman las algas incrustantes calcáreas, sobre las cuales se instala un estrato formado por una capa cespitosa de pequeñas algas cuyos talos pueden estar calcificados o no. Las especies de estos dos estratos son esciáfilas, ya que los estratos siguientes tamizan mucho la luz. El estrato “arbustivo” estaría formado por algas erectas bajas, mientras que el “arbóreo” lo formarían las algas de mayor porte, como son las grandes feofíceas y rodofíceas. Sobre estos dos últimos sustratos se instala un importante número de especies epífitas. Las condiciones ambientales de cada porción de litoral harán que cada estrato esté formado por un conjunto de especies diferentes. El componente animal de estas comunidades, aunque no caracteriza tanto el paisaje como el algal, tiene también una importante diversidad específica.
Al igual que los vegetales terrestres, la mayoría de las algas presentan a lo largo del año unos períodos de crecimiento máximo y otros en los que éste se reduce drásticamente. Estos períodos vienen determinados por el ciclo anual de los dos factores limitantes del crecimiento algal: la intensidad de luz y la disponibilidad de nutrientes, alcanzándose los máximos de ambos factores en momentos del año diferentes. Durante el verano se produce la máxima iluminación y los nutrientes alcanzan sus niveles más bajos, mientras que en el invierno los niveles de nutrientes serán máximos y mínima la iluminación (figura 2). Como consecuencia, las algas superficiales tienen un ciclo anual de producción con la fase de crecimiento localizada en invierno y primavera, mientras que en las algas de más profundidad ese crecimiento se produce en el verano.
Las algas que se describen a continuación son de tamaño macroscópico y pertenecen a los tres grupos siguientes:
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Algas pardas
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Algas rojas
Juan Carlos Calvín