La huerta de Murcia fue, antes de su puesta en cultivo, un extenso almarjal, es decir, una zona húmeda palustre, encharcada, en la que el río Segura zigzagueaba entre manchas de una vegetación exuberante de álamos, sauces y olmos, que destacaban por su altura de los extensos carrizales y juncales, que tapizaban los materiales aluviales de su valle. De este paisaje vegetal apenas queda en la huerta más que el recuerdo histórico de la lucha por desecar y poner en cultivo los terrenos pantanosos, tarea que se simultaneó con la eliminación de meandros en el cauce, y la prolongación de las acequias para el riego.
El cultivo de regadío arbóreo más extendido en la región se corresponde con los cítricos, en su mayor parte limoneros (Citrus limon) y naranjos (C. sinensis). También ocupan extensiones muy importantes los frutales de hueso (Prunus sp.), principalmente albaricoquero y melocotonero, así como el almendro, si bien éste se encuentra mejor representado en el secano. También destacan las extensiones dedicadas en la región al cultivo de viñas, para vino, de parras, para la obtención de uva de mesa, de ciruelos y de manzanos.
Además de los regadíos arbóreos, en Murcia se dedican decenas de miles de hectáreas al cultivo de especies arbustivas y herbáceas que proporcionan rendimientos económicos impresionantes, sobre todo si los comparamos con aquellos otros de secano. Se emplean así enormes recursos de agua y suelo en el cultivo de numerosas variedades de pimientos, de leguminosas forrajeras como la alfalfa, de diferentes variedades de tomates, y de numerosos tipos de hortalizas, berenjenas, calabacines, pepinos, cebollas, patatas, etc. No faltan los cultivos industriales de algodón, ni las grandes extensiones itinerantes dedicadas al cultivo del melón, a las alcachofas, las habas, lechugas, etc.
En cuanto a la vegetación que encontramos asociada a los cultivos, las malamente denominadas “malas hierbas”, está formada por comunidades de plantas arvenses, extraordinariamente bien adaptadas a intensas perturbaciones, como es el continuo laboreo, los riegos frecuentes, en cambios en la especie cultivada, etc. Son comunidades muy simples, formadas por muy pocas especies, con ciclos de vida cortos, y métodos de reproducción muy eficaces, que conllevan la producción de miles de semillas. Un caso llamativo es el del vinagrillo (Oxalis pes-caprae), que florece extendiendo sus flores de intenso color amarillo bajo los cítricos. Siendo originaria de África del Sur esta planta herbácea produce bulbos que se asientan profundamente en el suelo y que le aseguran su persistencia. Destacan también en este tipo de vegetación acompañante las especies anuales, y entre ellas numerosas gramíneas, que dan de comer con sus semillas a toda suerte de fauna.
Pero quizá lo más importante y llamativo de la vegetación de vegas y huertas tradicionales sean la gran cantidad de especies arbóreas y arbustivas que acompañan la heterogeneidad de su paisaje, formando sus setos las lindes entre propiedades contiguas, sobre las orillas de los azarbes y acequias, así como en las proximidades de las casas de huerta, donde no faltan higueras, palmeras, laureles, membrilleros, moreras, nispereros, caquileros... y un sinfín de especies que son el soporte de notables poblaciones de diferentes especies de aves, mamíferos, anfibios, reptiles… además de los invertebrados y resto de especies situados por debajo en la pirámide trófica.