Los saladares, conocidos en la región de Murcia también como salares o salobrales, son ecosistemas que se organizan en zonas geográficamente deprimidas, en las que el nivel freático se encuentra próximo a la superficie, y en las que se acumula el agua que recoge del territorio circundante. Es pues, un tipo de humedal que se encharca parcialmente de forma temporal. Ésta es la razón por la que también se les denomine criptohumedales, o humedales ocultos.
Combinan lo anterior con un aspecto estepario, ya que concurren en ellos dos de las características de las estepas, como el ser áreas llanas, y que su vegetación sea a lo sumo arbustiva. En nuestra región se encuentran en numerosas localidades tanto del litoral mediterráneo, en el entorno del Mar Menor y en el interior.
El suelo de los saladares es de naturaleza arcillosa y rico en sales, característica que les da nombre, y que actúa como factor limitante en estos medios. En los períodos más secos se puede apreciar una costra blanca en su superficie. Es sal. Esta salinidad puede provenir tanto de las aguas subterráneas, lo que ocurre en los saladares del litoral, como de las aguas de escorrentía, propio de los saladares del interior.
La presencia de este tipo de humedales en los paisajes murcianos más áridos, llama la atención y resulta además paradójico, pues aúna aridez y humedales. Este es un fenómeno que se repite en casi todas las zonas áridas del planeta. Los singulares paisajes de los saladares son el resultado de la confluencia de un número importante de factores ambientales que los hacen posibles: Por un lado el sustrato, que normalmente se trata de arcillas o margas impermeables, deleznables, ricas en sales como son sulfatos y cloruros, originados hace millones de años en el fondo del mar, y curiosamente también, en sistemas lagunares poco profundos. Como si ambientes propios de hace millones de años hubiera mantenido suficiente información como para poder repetirse de nuevo en la actualidad generando ecosistemas similares.
Por otro, se necesitan también lluvias torrenciales e irregulares, que dan lugar a una cubierta vegetal escasa, fruto también de la aridez y de cierta infertilidad del suelo. Lo que conduce a generar "bad-lands", zonas exportadoras de agua, sedimentos y sales, que generan flujos hidroquímicos que producen acumulaciones de sedimentos arcillosos y encharcamientos de aguas salinas en las depresiones existentes en las llanuras de inundación de ramblas, constituyendo la base para la organización, funcionamiento y dinámica de la mayor parte de los saladares de interior murcianos.
Destacan por su extensión y por las especies, tanto de la vegetación como de la fauna que presentan, los saladares litorales de la ribera del Mar Menor, como es la marina de El Carmolí, Lo Poyo... o del litoral mediterráneo, como los de Cabo Cope, Calblanque, etc., o los saladares de interior como los de ambas márgenes del valle del Guadalentín, Ajauque, Rambla Salada, Matalentisco, Altobordo, Los Salares, Blanca, Salar Gordo, etc., algunos muy mermados en su extensión primigenia, e incluso desaparecidos.
Bibliografía
Los humedales de la región de Murcia (1992), Área de ecología. Universidad de Murcia. Ed. CAM y la Asociación Murciana de Ciencia Regional.
La Región de Murcia y su Naturaleza (1990). Equipo taller de ecología ambiental, educativa y cultural. Ed. La Opinión.
D. Sánchez-Fernández, P. Abellán, J. Velasco, A. Millán (2004). "Vulnerabilidad de los coleópteros acuáticos de la Región de Murcia", en ECOSISTEMAS, Asociación Española de Ecología Terrestre.