Los suelos salinos que se generan de este modo (ver introducción), o por influencia de un nivel freático de agua marina, limitan la presencia de la mayor parte de especies vegetales, tanto por la toxicidad ligada a la salinidad, como por la sequía fisiológica que produce este tipo de suelo, siendo muy difícil para las plantas extraer agua en estas condiciones.
No obstante, un buen número de especies vegetales se encuentran perfectamente adaptadas a estas condiciones tan severas que les imponen los saladares, a las que se añade el encharcamiento temporal o la propia estructura de los suelos arcillosos, compactos e impenetrables. El resultado son unas comunidades vegetales muy especializadas, que aprovechan al máximo las condiciones ambientales del saladar, letales para el resto de plantas.
La vegetación, rala, está dominada por matorrales de pequeño tamaño, que no llegan a cubrir la totalidad del suelo. Los árboles están ausentes, salvo por la presencia de tarays, siendo la fisionomía de estas formaciones vegetales típicamente esteparia, lo que se refleja en sus comunidades de aves, afines a los de otros ambientes con este mismo aspecto, aunque de naturaleza dispar, como puedan ser cultivos de cereales, espartales, etc.
En los saladares el tapiz vegetal es, además, pobre en especies. Las únicas que han logrado a lo largo de la evolución vencer el grave problema de la sequía fisiológica por exceso de sales en el suelo, son unas pocas familias botánicas, como son las quenopodiáceas, plumbagináceas, etc. A esta particular adaptación se le denomina halofilia, y a las plantas que la poseen, halófitas.
Dos son las maneras principalmente de lograr esta adaptación a la salinidad del suelo. O bien acumulando sales en los tejidos para así lograr absorber el agua del suelo, lo que le da un aspecto craso característico, como en el caso de la sosa, la barrilla, o el almarjo; o bien, en vez de acumular sales, las expulsan mediante glándulas, a través de las hojas, lo que hacen el taray, la acelga marina, y otras. Se trata por tanto de una vegetación muy especializada y exclusiva.
Deben además responder a los distintos grados de humedad edáfica, desde las más adaptadas al encharcamiento, a las más adaptadas a regímenes de máxima aridez, xéricos. La mezcla de ambos gradientes, de salinidad y de humedad, hace que las plantas se distribuyan en bandas, o áreas, que responden a la distribución espacial de estos dos factores ambientales, y en relación directa con leves irregularidades del terreno.
Los vegetales que componen los saladares propiamente dichos, son diferentes especies de almarjos, como Arthrocnemum fruticosum, A. glaucum, sosa (Suaeda vera), saladillos (Limonium sp.) y verdolaga marina (Halimione portulacoides). En las zonas con mayor influencia de agua dulce, aparecen distintas especies de juncos (Juncus sp, Scirpus sp., etc) e incluso carrizo (Phragmites australis). En los de interior, se enriquecen con especies como Suaeda vera, S. pruinosa, Artemisia, Atriplex, etc. El estrato arbóreo está representado únicamente por ejemplares aislados de taray (Tamarix sp.). Pero no cabe duda que uno de los protagonistas del paisaje vegetal de los saladares interiores es Halocnemum strobilaceum, una planta halófila, propia de oriente medio y norte de África, escasísima en Europa, y que tiene en los saladares del Guadalentín su población más importante de todo el continente.