Las principales inversiones que se dieron en la Sierra Minera tuvieron como procedencia el capital local y nacional; y el de grandes multinacionales y fortunas internacionales que vieron en el mineral de La Unión una posibilidad de multiplicar su patrimonio.
Capital nacional
A mediados del siglo XIX (a partir de 1840), las inversiones en la minería de La Unión provenían principalmente de entidades y empresarios locales, así como de aquellos que tenían intereses creados en las minas de la cercana provincia de Almería. En un primer momento parte de este capital era aportado por propietarios agrícolas, que instituían sociedades para explotar las riquezas del subsuelo local en poblaciones cercanas, o invertían en empresas consolidadas de la Sierra Minera. Así, en estos años se pueden encontrar vecinos de Cehegín como accionistas de sociedades mineras en Herrerías.
Desde el exterior de la Región el capital llegaba principalmente de Andalucía, Cataluña y País Vasco. Mientras que los primeros vieron de inmediato la rentabilidad de esta minería en la zona, la inversión catalana llegaría con posterioridad, orientada más hacia el sector del beneficio que a la industria extractiva.
En 1843 existía ya la Sociedad Bilbaína, que explotaba minas como Templanza y Victoria en El Garbanzal. A partir de 1873 se vería incrementada la inversión vasca en tierras cartageneras debido a la expansiva minería del hierro del sureste. Desde Madrid también se moverían capitales destinados a financiar explotaciones mineras. Así los marqueses de Corvera, los condes de La Concepción o los generales Portillo y Requena representan algunos de los pioneros de la minería cartagenera, especialmente este último.
Capital europeo
Francia, Gran Bretaña y Bélgica fueron los tres principales países inversores en la Sierra Minera. Aunque en otros distritos mineros la inversión en el sector se produjo a partir de 1868, tras la Ley de Bases, en la sierra la entrada de capital foráneo se manifiesta desde el comienzo del despegue minero. La compañía que inició esta etapa fue la Sociedad Anglo-Hispana, domiciliada en Cartagena al menos desde 1842, y con unos beneficios en 1843 de 78.848 reales.
Los intereses franceses quedaban vinculados a la Franco-Española, una fundición de plomo y plata de Cartagena. El capital francés llegaría a ayudar a empresas nacionales en crisis. Tras los años 50' Hilarión Roux era el empresario minero más destacado en la zona, llegado como agente de compañías marsellesas que exportaban plomo cartagenero. Además, Roux representaba los intereses de una gran familia europea como los Rothschild, que años más tarde tendrían un porcentaje mayoritario de acciones en la empresa Peñarroya. Las operaciones desde Cartagena con Francia se canalizaban a través de la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español y la Sociedad Española Mercantil e Industrial. Tras el parón que supuso la sublevación cantonal en Cartagena, la inyección de capital franco-británico permitió un proceso de concentración de empresas y renovación tecnológica.
Grandes patrimonios extranjeros del siglo XX
En 1902 la compañía francesa Escombresa-Bleyberg poseía el 30% de la producción de la minería unionense, mientras que grandes personajes como Pío Wandosell o Miguel Zapata Sáez apenas tenían el 5%. Esta gran empresa sería absorbida por Peñarroya, multinacional francesa cuya gestión estaba en manos de la familia Rothschild y que desembarcó en la minería unionense a partir de la crisis de 1914, para tomar el control de las explotaciones durante la década de los 50'.
Peñarroya también absorbió las minas de la familia Figueroa (conde de Romanones) y la Sociedad Minero Metalúrgica Zapata Portmán, un 50% en un principio y el restante en 1945. La compra masiva de minas en la zona hace que Peñarroya pueda iniciar sus explotaciones a cielo abierto con nueva tecnología. Durante tres décadas la inversión de la multinacional francesa llevaría el progreso y la prosperidad a los habitantes del municipio, pero la crisis de la década de los 80' hizo que saliera de la empresa la familia Rothschild y, al cabo de unos años, se vendieran todas las acciones de la compañía, así como los terrenos de las minas a cielo abierto y sus instalaciones.